Un nuevo vuelo (mini escrito)

Emergió de las nubes, dejando que sus escamas resplandeciesen bajo el sol.
Extendió sus alas y sus garras como si quisiera tocar toda la libertad posible.
Echó una llamarada al viento solo por el gusto de hacerlo.
Una risita salió sin permiso ni pena.
Él mismo se sentía tan diferente, que parecía ser la primera vez que volaba.
La seguridad y protección de su cueva habían significado la vida.
«¡Oh! ¡Qué equivocado estaba!»

Mi camino en el Voice Over

Nota: Todas las fotos aquí incluidas fueron tomadas por mí. Con excepción de la foto en la que salgó yo en un escenario.

Hace unos 9 años más o menos, me enteré que uno de mis actores de doblaje favoritos daría un taller aquí en mi ciudad. Me emocioné muchísimo porque fuera justamente él, y me sorprendí más porque en mi ciudad no hay nada de eso. De aquí han salido grandes estrellas del cine y la televisión, pero se vuelven famosos después de haber salido de aquí. Pero, hey, esta no es una publicación sobre la historia de ellos. Puedo estarme equivocando, así que mejor voy al grano.

Tomé ese taller de doblaje porque, dentro de mis numerosos sueños o metas, estaba alguna vez hacer doblaje. Eso estaba relacionado con cierta curiosidad sobre mí: me es difícil expresar mis emociones con mis gestos y mi voz. Algunas personas piensan que soy muy frío, y hay quienes hasta creen que no tengo sentimientos. Es que no salen tanto a la vista de las personas. Sin embargo, quienes son cercanos a mí saben que siento muchísimo y estoy muy en contacto con esas emociones. Y como me gusta tomar retos (no todos), me dije a mí mismo que mejoraría en mi capacidad de demostrar mis emociones porque no quería que la gente me malentendiera. Además, lo veía también como reto en cuanto a demostrarme a mí mismo que era capaz de aprender a hacer algo nuevo y tan difícil. Saben que AMO aprender. Así que era una oportunidad perfecta. Lo malo era que yo no tenía dinero. Lo bueno era que mis papás sí. Fue curioso que me dieran el dinero así nada más y no preguntaran mucho al respecto, pero bueno. Ahí han estado siempre apoyándome.

Me agradó mucho el taller. Lo malo fue que duró solo dos días. El tercer día solo tuvimos la presentación en público del trabajo que hicimos. No olvidaré que mis papás tienen foto con Humberto Vélez ¡y yo no! Bueno, no de esa vez. ¡Fue mi maestro y no tengo foto con él! El detalle de ese día fue que mi hermana me prestó su cámara DSLR porque, por supuesto, debía tomar buenas fotos el día de la presentación. Y resulta que al señor Vélez se le ocurrió pedirme que yo anduviera tomando las fotos precisamente porque traía buena cámara. Lo mismo me había pasado antes con Richard Stallman, un programador y activista del Software Libre. Así que, por eso terminé sin mi super foto con mi maestro e ídolo del doblaje, Humberto Vélez.

Después de eso, no pasó nada.

Por un tiempo.

Seguía investigando en Internet algunas cosillas acerca del doblaje, pero no hacía nada al respecto. Hasta que empecé a tomar clases de teatro. Como sabrán, el doblaje es una especialización de la actuación. Muchísimos actores de doblaje empezaron en teatro, y muchos de ellos siguen en teatro porque les encanta. Me agradó la dinámica y me sentí a gusto con eso tan nuevo para mí.

La pastorela de la primaria no cuenta como teatro para mí. Realmente solo recuerdo que yo estaba de relleno sin hacer nada, solo un pastorcito ahí parado.

La cosa es que seguí en clases de teatro cuando podía porque me gustó y porque me llevaba por mi objetivo de mejorar mi expresión corporal y con mi voz.

No me acerqué al doblaje ni a la locución en ese entonces. Es más, ni siquiera pensaba en locución por aquellos tiempos. No fue sino hasta que me mudé a vivir con un amigo y tenía que asegurarme de ganar más dinero para poder subsistir, que volví a investigar cómo podría incursionar en el mundo del doblaje. Fue en ese entonces que descubrí otra área en la ocupaba mi voz: la locución. Se me hizo parecido al doblaje porque había que saber manejar tu aparato fonador, las intenciones, las emociones, cuidar tu laringe, etc. Lo vi como un paso obligatorio hacia el doblaje porque eso me daría herramientas para hacerlo más profesionalmente. Veía al doblaje como la cúspide del mundo de la voz, porque requería que supieras hablar frente al micrófono, cuidar tu garganta, articular, proyectar, colocar, actuar, usar tu memoria, interpretar al personaje, y encima, había que hacerlo sincrónicamente con ese personaje. ¡Es una cosa bárbara!

Por eso me dije «eh… bueno, vamos despacio.» Así que empecé a investigar y aprender de la locución. Ahí fue donde descubrí que en la locución puedes vender tu voz para un montón de cosas: comerciales, audiolibros, cuentos, sistemas telefónicos, videos de instrucciones, videos educativos, presentaciones corporativas, cursos de idiomas, y muchísimos etc. Lo mejor de todo es que se veía que pagan muuuy bien. Así se juntaban dos cosas: mi deseo de seguir desarrollando mi expresión y mi necesidad de dinero.

La verdad, no gané nada de dinero el primer mes que me suscribí a una plataforma llamada Fiverr. Ahí puedes vender muchísimas cosas, no solo audios. Solo que los audios sí son una de las áreas más grandes que tiene la plataforma.

Una de mis imágenes para Fiverr. Foto y edición por mí.

Para eso me había pasado meses viendo videos en YouTube. Sobre todo el canal de Bill DeWees. Otra vez se confirma mi hipótesis de que hay más material en inglés, que en español. De casi lo que sea. Empecé a aprender de la industria, de las plataformas, de cómo grabar, cómo editar, cómo hablar al micrófono, cómo cuidar la voz, cómo interpretar los textos, etc. Todo solo.

Invertí en un pequeño paquete de la marca Neewer, que ya venía con micrófono, fuente de alimentación, cables, y hasta un filtro pop. Había visto reseñas de ese micrófono y decía que era muy bueno para su precio. Supuse que era suficiente para iniciar. Ahora que veo cuánto me costó, gracias a que Amazon guarda todo tu historial de compras, me sorprende lo barato que fue. Casi mil pesos mexicanos. Dirán «¿MIL pesos para un micrófono?», pero eso no es nada. Uno de los micrófonos más caros que usan en la industria cuesta al menos unos 85,000 pesos mexicanos. El puro micrófono. Y le faltan los cables, la interfaz, etc.

Luego venía el tema que aprendí que era el más importante: el lugar donde grabas. Claro, los micrófonos tienen su calidad de sonido y eso, pero lo más importante era la acústica de la habitación. Quitar ecos y reducir lo más que pudiera los sonidos externos debía ser lo principal. Lo primero que hice fue lo primero que se me ocurrió: echarme una toalla en la cabeza que también cubriera el micrófono. No tengo foto de cómo me veía. Pero sí tengo foto de la toalla y del micrófono porque, de hecho, sigo teniéndolos.

Me registré en Fiverr porque era un lugar donde hay cabida para todos, principalmente novatos. Ese era yo. Un novato. No me importaba que pagaran 5 dólares y que, encima, tuviera que pagar la tarifa de servicio a la plataforma. No sabía bien lo que hacía, por lo que pagar el 20% de 5 dólares me parecía completamente justo para una plataforma que me traía los clientes. Eso me ahorraba tener que buscarlos yo y la pena de presentarme con tan poca experiencia y una calidad de audio tan mala que ni yo mismo era capaz de identificar.

Pasaron 2 meses hasta que obtuve mi primer trabajo. Casi lloro cuando recibí la notificación, pero no sé si de alegría o miedo. Estaba que no me la creía. Fue un simple audio para anunciar una clínica de espalda para la comunidad hispanohablante de Estados Unidos. Si mal no recuerdo, tardé como hora y media en grabar un audio que duró 30 segundos. ¡HORA Y MEDIA EN GRABAR! Y luego súmale otra media hora en editar. Por cierto, apenas estaba aprendiendo a editar audio. Todo gracias a YouTube. ¡Mis primeros 5 dolarotes por un audio!

Subí el audio y estaba temeroso de que el cliente lo rechazara, que dijera que le falta emoción o que se escucha mal (bueno, la verdad yo pensaba que se escuchaba bien la calidad de audio porque no sabía lo que era en realidad una buena calidad de grabación y edición). Pasaron los días… y la respuesta fue solo el silencio. La plataforma marcó la orden completada automáticamente después de 3 días de entregada. No supe si le había gustado o no.

Un mes después recibí otro pedido de audio. Sí, un mes. Y resulta que era el mismo cliente. ¡Oh, sí! Le había gustado el audio y me había pedido otro. Esta vez era un poco más largo. La orden era de 15 dólares. ¡El triple de mi pedido anterior! Estaba alucinando. Solo que cuando reviso las indicaciones, el guión no estaba. Así que le mandé mensaje solicitando que lo subiera y no contestó en unos días. Cuando por fin me contestó, solo me preguntó «¿para cuándo crees tenerlo listo?» y yo así de «si me entrega el guión que necesita, lo tendré listo hoy mismo». Silencio nuevamente. Así pasaron varios días hasta que decidí cancelar la orden. Estaba devastado y enfadado, pero feliz porque le había gustado mi trabajo. Lo de enojado era porque el cliente no leyó mis mensajes ni me entregó el guión. Devastado porque había perdido la oportunidad de ganar 15 dólares. Bueno, a seguir esperando.

Pasaron otros dos meses hasta que tuve un nuevo pedido. Esta vez fueron dos. Así que había tardado dos meses en ganar 5 dólares. Luego otros dos meses y gané 15 dólares. El mes siguiente también fueron 15. Ah, por cierto, yo entré a la plataforma en diciembre de 2017, y hasta 2018 fue cuando llegaron las primeras órdenes. En total, mi primer año (2018) terminó con 60 dólares ganados. Oh, sí. 60 dolarotes por usar mi voz.

Seguí practicando y usando YouTube para aprender. Creo que si sumo la cantidad de tiempo que vi de videos sobre voice over, sí han de sumar semanas enteras. Los escuchaba mientras cocinaba, mientras comía, mientras descansaba, y antes de dormir. En mi ciudad no hay escuelas ni cursos de eso, así que era lo que me quedaba. Tampoco eran populares los cursos en línea, solo quedaba el maravilloso YouTube.

Una de las opciones fallidas.
¡Llegó a salvo!

Como seguí aprendiendo de audio y micrófonos, no solo de voice over, y por supuesto que yo quería llegar a ganar muy bien, me decidí invertir en un nuevo micrófono: el MXL 770. Oh, era un señor micrófono para mí. ¡Ah! Pero permítanme contarles algo que sucedió cuando me lo entregaron. Lo pedí por Internet, obviamente. La casa en la que vivía en ese entonces tenía un bonito patio delantero. Quizá unos 5 metros entre la barda de la entrada y la puerta principal de la casa. Una noche regresé y alcancé a ver que frente a la puerta principal había algo. ¿Qué era? No sabía. Estaba oscuro y estaba lejos de mi vista porque apenas iba en la barda que da a la calle. Cuando entré y me acerqué resulta que era el paquete de Amazon. Sí, era mi micrófono. Justo frente a la puerta. Esa puerta que estaba a varios metros de la entrada, rodeada de una barda que DUDO que el repartidor se haya brincado porque estaba alta y porque, ¿por qué se brincaría esa barda si no va a robar? La única conclusión era que ¡HABÍA AVENTADO MI MICRÓFONO! ¡EL $%&#» AVENTÓ MI MICRÓFONO NUEVO! Enseguida lo probé y, gracias a la buena calidad de MXL, el micrófono no parecía haber sufrido daños. No recuerdo si levanté la queja o no.

Olvidando el detalle de que voló varios metros hasta caer en el piso de concreto, yo estaba entusiasmado por mi nuevo juguete. Cuando me escuché através de él por primera vez fue un a-ga-sa-jo. ¡Me escuchaba taaaan bien! Era una calidad que yo no había tenido en mis manos antes. Era un microfonón para mí. Ahora sentía que debía esforzarme más para estar a la altura de él. Pero, por supuesto, no podía olvidar que el tratamiento acústico del cuarto debía seguir siendo la prioridad. Así que se me ocurrió que con mis ligeras dotes de carpintero podía armar una disque cabina. En resumen, unos postes sobre los que echaba unas telas y unas toallas. Me funcionó bien para el sonido. No bloqueaba ruidos externos, pero ya no tenía grandes problemas con el eco. Así estuve trabajando cómodamente durante unos meses. Era muchísimo más cómodo que ponerme la toalla encima. Lamentablemente, no encuentro foto de eso.

Lo malo fue que mis gatos jugaban por ahí y yo no la había construido tan sólidamente como pensé, así que fueron varias veces que se cayó. Casi destroza mi monitor, mi bonito monitor. Intenté hacerla más firme, pero tampoco tenía mucho dinero para arreglarla bien, y tampoco quería que fuera algo tan robusto y que ocupara tantísimo espacio.

La única foto que encontré donde sale un poco de la estructura de madera a la que le puse telas y colchas encima.

Terminé por quitarla y tomar una pequeña caja donde pondría el micrófono. Tenía que forrar esa caja por dentro, claro.

¡La caja!

En mi mente tenía esas esponjas que ponen en los estudios profesionales, que se ven tan geniales de colores y formas cool. Definitivamente, quería de esas esponjas. Pues no se hizo. No las compré porque sí eran caras y todavía no ganaba lo suficiente para hacer grandes inversiones. Así que, implementando el ingenio mexicano, me fijé de qué material eran esas esponjas: poliuretano. Muy bien, sabía el material, ¿y ahora? Quién sabe. Hasta que un día estaba paseando por Chedraui y, de pura curiosidad, me fui a ver la zona de esponjas para relleno de almohadas, sillas, y cosillas así. ¿Qué creen que descubrí? ¡Esas esponjas están echas con poliuretano! «¡Ya la hice!» y bien baratas: unos 30 o 40 pesos cada cuadro. Me llevé varios. Solo que ahora debía darles un toque: las figuras. Según yo, esos diseños que tienen las esponjas de los estudios también ayudan a evitar los rebotes del sonido. Llegué a mi casa y lo primero que se me ocurrió fue usar un exacto para hacerle canalitos porque quería que al menos tuvieran forma triangular.

¡Qué cosa más horrible estaba quedando! Como dicen las maestras cuando recortas algo mal en primaria: «mira, le quedó todo mordisqueado». Además, tardaba mucho. Cuando me cansé de pasar tanto tiempo en hacer algo tan feo, decidí buscar otras opciones para cortar. No tardé mucho en encontrar algo que pudiera cortar mucha mayor longitud al mismo tiempo, lo que también evitó que se viera mordisqueado. Quedó así de bonito:

¿Saben con qué lo corté? Dudo que haya respuesta más mexicana: ¡un machete! Piénsenlo, es como un cuchillote liso y muy largo. Eso me permitió hacer cortes grandes y parejos.

Así les di la forma y las puse dentro de la caja. Tuve «buen» sonido aunque seguía habiendo algo de eco. Supuse que era porque, quiera o no, seguía siendo una caja algo pequeña y el sonido rebotaba inevitablemente. Nimodo. Seguiría haciendo lo que podía. Me animaba que en Fiverr seguía consiguiendo más y más trabajo.

El siguiente año tuve muy buen avance. Pasé de haber ganado 60 dólares en todo un año, ¡a ganar casi 1,000 dólares! Definitivamente, estaba valiendo la pena el esfuerzo. Sí, aunque fuera tan lentamente. Mil dólares se escucha como mucho, pero no es tanto si tomamos en cuenta que lo gané sumando todo lo de un año entero. Fue hasta noviembre o diciembre de ese año, que pude empezar a pagar una que otra cuenta con el dinero de mi voz. Una cuenta de Internet por aquí, una cuenta del agua por allá… Algo es algo.

Antes de la caja grande, y antes de la llegada del MXL, esta fue una de las opciones que intenté. Fracasó terriblemente.

Luego llegó el famosísimo 2020. Mi ingreso por voice over iba subiendo poquito a poquito. Ya casi podía pagar la renta mes con mes solo de voice over. Casi, pero aun no era suficiente para eso. Pero, hey, ya tenía desde 3 hasta 10 órdenes por mes. Eso significaba que la gente me iba encontrando y le agradaba mi trabajo.

Por cuestiones ajenas a esta publicación, decidí regresar a la casa de mis padres. La cuestión aquí era, ¿cómo voy a acomodar mi «estudio» ahora? Porque el espacio era diferente. Verán, en la casa que rentaba tenía una mesa en la que puse la computadora en la mitad derecha, y la caja de grabación en la izquierda, pero solo cabía así si los colocaba «espalda con espalda». En el cuarto de casa de mis padres, no podría acomodarme así. Además, la caja tenía inconvenientes: si quería empezar a grabar o pausar, o moverle un poquito al audio mientras continuaba grabando, tenía que moverme hasta el otro lado de la mesa. Era algo molesto no poder mover absolutamente nada estando en el micrófono. Por eso decidí acomodar todo de otra manera. Aprovecharía mi ingenio y las esponjas que compré.

Es más fácil describir cómo quedó con las fotografías.

Por mucha diferencia, esto era más cómodo que antes. Podía estar sentado y tener a la mano todos los controles mientras grababa. Era perfecto. Bueno, la comodidad era perfecta. Solo faltaba arreglar el tema del eco. O reverberancia.

Decidí ir a Lonas Valdéz, una tienda donde no solo venden lonas, también telas. No como Parisina o Modatelas. Sino, más para muebles y cosas así. Y precisamente había lo que buscaba: espuma de poliuretano. Incluso ya tenía la forma deseada porque sí era la que usan los estudios de grabación. Compré las dos últimas placas. Creo que medían como 1.5 metros por un metro. Quizá un poco más, no recuerdo bien. Y esas las puse detrás de mí y a un lado, ya que había puesto la computadora y mi silla en una esquina. Al frente puse las esponjas pequeñas y una toalla. Conseguí resultados de audio muy buenos.

Tanto así, que un estudio de verdad en España, me contactó y me pidió hacer una llamada como casting para ser parte de su repertorio. ¡Un estudio de verdad me había contactado! Estaba emocionadísimo. El único detalle que encontraron fue que mi computadora hacia ruido y se colaba en la grabación. ¡Rayos! Pero bueno, no me iba a quedar triste por eso. Lo solucioné al usar mi laptop, en lugar de la de escritorio. Hacía menos ruido y la podía poner más lejos del micrófono. Igual me había quedado con la pantalla grande frente a mí para ver ahí lo de la laptop. Así que volvimos a hacer llamada y ¡me aceptaron! ¡Ya era parte de un repertorio de verdad!

Tristemente, hasta la fecha no me han llamado para nada. Nimodo.

Seguí practicando y aprendiendo. Para esto, como regalito de pandemia, los cursos en línea empezaron a aparecer por todos lados. Así aproveché unos cursos de locución en el Centro de Capacitación MVS. Me sentía más grande porque ahora sí parecía ir en serio. Digo, ya tomando clases en un centro formal era otra cosa. Fueron cursos muy chiquitos, pero sí aprendí varias cositas importantes. Oh, y también tomé unos cursos en Crehana con Mario Arvizu y Paty Azán.

Mi trabajo en Fiverr iba en aumento. Yo quería seguir invirtiendo en mejorar tanto mi habilidad, como mi lugar de grabación. Quería tener mi propia cabina. Una de verdad. Una que me ayudara a quitar los molestos ruidos externos que me hacían tener que grabar varias veces: perros ladrando, carros pasando, gente lavando patios, niños cantando y gritando, alguien usando máquinas, etc. Llegaba a ser muy desesperante. Tenía que aprovechar muy bien ciertas horas en las que estaba más tranquilo. Lo malo era que las órdenes podían llegar en cualquier momento y quería hacerlas lo más pronto posible.

Así, a finales del 2020 empecé a planear cómo construir mi propia cabina. Empecé en enero del 2021. Compré madera, fibra de vidrio, y alfombra para forrarla. Tardé casi dos meses y medio. Hubiera sido menos, pero todavía tenía mi trabajo de tiempo completo. Pueden hacer clic en la imágenes para verlas en grande. Aunque creo que al hacerles clic ya no se ve el texto que les puse.

Curiosamente, en esos meses el trabajo en Fiverr fue bajando. Pero bueno, ya había subido considerablemente. Si hubiera estado rentando casa, ya hubiera podido pagar las rentas con eso. Como no rentaba, pues pude usar ese dinero para la cabina. Me preocupé porque el mes que terminé la cabina ya había vuelto a bajar mucho mi carga de trabajo de audios. Aunque, ahora que lo pienso, creo que fue precisamente porque pasaba mucho tiempo construyendo y no hacía presencia en la plataforma.

Una vez terminada, grabé nuevos demos y dije «¡ahora sí! ¡que venga el trabajo!». Yo ya me veía ganando la millonada ahora que sí tenía un buen lugar de grabación.

Solo que… resulta que la cabina no era tan insonorizada como pensé. Realmente escuchaba todo estando dentro. Casi entré en pánico. Pero dije «no, a ver… haz pruebas de grabación». Y resulta que estuvo muy bien. Aunque yo pudiera oír muchas cosas, el micrófono ya no alcanzaba a captar tantas cosas gracias a la cabina. Y el eco… ¡ja! ¿Qué es eso?

Parece más algo de gamers, que de voice over. Es que ese tecladito es muy práctico por su tamaño.

Terminé la cabina en marzo del 2021. En abril me llegaron más trabajos que nunca. Llegaron 47 pedidos en total en ese mes. ¡Más de un audio al día! Estaba encantado y orgullosísimo. El detalle era que todavía tenía mi trabajo de tiempo completo y ahora con tanto trabajo de voice over ya estaba por enfermar de tantísima carga. Me mantuvo de pie el saber que había echo una buena elección al construir esa cabina. Incluso recuperé toda la inversión en menos de dos meses.

En la parte personal, me satisfacía verme a mí mismo pudiendo dar más emoción a los audios. Me atrevía a más, me soltaba más. Lo disfrutaba más.

Decidí aprovechar que no tenía que pagar renta para aventarme a algo muy osado: dejar mi trabajo de tiempo completo como maestro de inglés para dedicarme al voice over. Ah, pero les aclaro, que mi trabajo que más me apasiona es con la psicología. Esto del voice over es como un hobbie que fue tomando muchísima importancia para mí. Queramos o no, el dinero es necesario. Y esto me empezó a dar el dinero que ocupaba para mantenerme mientras tenía más tiempo para dedicarme a la psicología.

Y sí llegué al punto en el que me decidí a dejar mi trabajo estable por el voice over. A mediados del 2021 renuncié y desde ese entonces, mis audios han sido mi principal fuente de ingreso.

Faltaba foto de la interfaz que me dijeron que cambiara, pero ya será otro día. Me ha ido muy bien con ella.

El siguiente pasito que tocaba era cambiar de micrófono, porque ya había alcanzado el punto en el que aquél micrófono que me imponía antes, ahora había quedado atrás. Desde que aprendí a detecar sus limitaciones, me dije que debía comprar otro porque ya era tiempo. Estuve pensandolo mucho tiempo. Mis candidatos eran un AKG 214, un Rode NT1 o NT1-A, o un Lewitt LCT 440 pure. Por supuesto que también veía a los grandes que son los estándares de la industria: el Neumann TLM 103 y el Sennheiser MKH 416, pero tampoco llegaba a tanto mi nivel ni mi ingreso. Ya tenía en mi mente que el ganador sería el AKG 214. ¿Por qué? Sinceramente, porque me gustaba mucho cómo se ve y por su fama. Los otros se veían impresionantes también, pero no sé… algo me llamaba del AKG.

Mi novia ayudándome con un audio.

Un día, estaba viendo Amazon y dije «vamos a soñar un poquito otra vez»: me metía ver en cuánto estaba el Neumann y el Sennheiser. ¡Oh, por Aslan! ¡El Sennheiser estaba en un ofertón! Aun así costaba más que los que mencioné anteriormente, pero ¡era un descuentazo! No pensé que fuera a encontrarlo en ese precio jamás. Y menos uno nuevo vendido directamente por la marca. Luego vi que tenía meses sin intereses. ¡De aquí soy! Y que doy el tarjetazo.

Parecía un momento irreal cuando vi que la orden se había hecho. Así de pronto y sin pensarlo tanto, ese micrófono sería mío.

Lo malo fue que… no supe cómo se ponen los pagos a meses en Amazon y, aun así, le di en completar la orden. A la mañana siguiente, tempranito, llamé a servicio al cliente. Solo para que la conclusión fuera «nimodo» porque el producto ya se había enviado y no se podía cancelar ya. Y no me iba a arriesgar a cancelarla para que luego la plataforma me dijera «ya no puedes comprar esto dos veces porque era una oferta» o simplemente «uuuy, no, jóven, la oferta ya se acabó». A partir de ahí aprendí en dónde y cuándo se selecciona la opción de pagos a meses. Jamás lo olvidaré.

Momentos antes de darme cuenta del desastre.

Lo importante era que ya venía a mí mi micrófono Sennheiser MKH 416-P48U3. Sí, ese es su nombre completo.

Y llegó el precioso. Eso fue en octubre del 2021. Desde ese entonces, he grabado y crecido aun más en esta industria. Ha habido corajes, festejos, momentos de orgullo, horas de sudor y dolor de espalda y pies, pero me agrada. Me agrada lo que hago, me gusta editar audio, me gusta aprender más de todo esto.

Miren nada más, ¡qué bonito!

Este año he dado un nuevo paso en este mundo: me metí al Diplomado Internacional de Locución de VoiceMasters. Sigo aprendiendo cosas que me vuelan la cabeza. Detalles que hacen la diferencia.

Esto es en lo que se ha convertido aquél curso de un fin de semana con Humberto Vélez.

Hey, entonces ¿en dónde está el doblaje? Ah, pues dentro de los trabajos que me han llegado de Fiverr ha habido de doblaje. Nada de series ni películas, solo videos de entrenamiento o comerciales. Poco a poco vamos entrando en ese mundo. Me ha gustado la locución comercial desde que la conocí, ya no es solo el doblaje. Ahora sé que puedo hacer muchas otras cosas con mi voz y eso me gusta mucho.

Ya después les contaré más al respecto. Apenas vamos a la mitad del diplomado. Veamos qué nos trae el futuro.

Los hombres solo quieren una cosa

─A mí me trae un café americano, por favor.

─A mí también.

─Muy bien, enseguida se los traigo.

─Gracias.

─Ay, amiga ─comenzó Esther en cuanto la mesera se alejó─. Estos jóvenes de ahora solo quieren una cosa.

─¿Qué pasó? A ver, cuéntame.

─Resulta que el muchachito este con el que mi hija está saliendo es un patán cualquiera como todos. Y yo que pensé que era un buen muchacho.

─¡No me digas que…! ─hizo una señal de vientre abultado.

─¡No! Bendito sea Dios que hasta el momento no. Si sí, ¡lo cuelgo!

─Ay, menos mal. Pero, entonces ya hicieron rechinar el catre.

─¡Caro! ¡No digas esas cosas! ─suprimió una risita─. ¡Cómo eres, de veras! Una aquí hablando en serio.

─Jajaja ay, perdón. Sígueme contando.

─Pues te decía, el muchachito este resultó que nos estuvo engañando a todos. Ay, mi pobre niña. Y no se da cuenta. Yo ya le dije, pero nomás no hace caso. ¡No le conviene!, ¡pero hazla entender! Verás, es que hace tres días me di cuenta porque ella iba llegando a la casa después de salir con él. No se acercó a saludarme de beso, nada más sacó sus llaves de la chamarra para ponerlas en la mesita que está junto a la puerta y ahí que se le cae uno.

─¿Un qué?

─Pues un de este… un preservativo ─susurró─. Y ahí que me agarro y que le grito «¿¡Qué es eso, Abi?!» Y que se arma la guerra ahí mismo. Nada más porque su papá no estaba en ese momento, si no… ¡olvídate! Pero fíjate, que se pone a decirme «ay, mamá, ya estoy grande, ya tengo más de 20 años..» y quién sabe qué más. ¡Le di una regañiza! La mandé a su cuarto y que se va y que cierra la puerta de golpe. Pero, ya sabes, yo acá tratando de tranquilizarme, voy a tocarle la puerta y le expliqué que eso no estaba bien; que yo, como madre, me preocupo por ella y ese muchachito, si nomás eso quire, no le conviene. Es que me sorprende cómo este chavo planeó todo y aguantó muchas cosas con tal de hacer sus cochinadas.

─Ya llevan tiempo saliendo, ¿no?

─Casi dos años. Y todo este tiempo resulta que nada más la quería para eso ─dio un suspiro para poder continuar─. Es que mira, en su compleaños le hizo un regalo bien bonito, con fotos de ellos, chocolatitos, flores, uno de esos panques que le gustan a ella, y hasta una cartita bien romántica. Fíjate, en Navidad, el muchacho fue con nosotros un rato. Ay, ¡y yo que le invité gustosa la cena! Pero, ¿qué iba yo a saber? Él muy educado y todo. Se fue temprano porque dijo que iba a pasar el resto de la noche con su familia. Dije «pues bueno, muchas gracias por venir. Que te la pases bonito.» Cuando me enteré que era su aniversario, ahora en septiembre, supe que la llevó al restaurante ese de pasta y comida italiana. Ya ves que a mi Abi le gusta mucho esa comida.

Ambas sorbieron un par de veces su café recién servido.

─Cuando Abi tuvo que presentar el examen de inglés en la universidad, ahí veías al chavo en la casa disque estudiando con ella. Yo los tenía bien checaditos. Les dije que ok, pero que estuvieran en la mesa del comedor. De seguro él aprovechaba en lo que yo me distraía con los trastes en la cocina, Caro. Ahí tienes a mi hija pegada en el teléfono por las noches, risa y risa. Él va por ella a la casa para llevarla a sus clases de danza, bueno, eso dicen, ¿verdad? Luego ella me enseña fotos y videos de lo que hacen en su clase, pero quién sabe si en verdad la lleva a la clase todas las veces. Tal vez en alguna de esas le dice «mira, mejor vámonos para allá. No le digas a tu mamá.» Uy, qué coraje me da acordarme. Cuando tuvo el recital en el teatro, ahí estábamos mi esposo y yo con el muchacho este viendo a Abi bailar. Bien contenta ella. Y en las tardes, ahí los tengo en la sala viendo series en la laptop. A veces les doy permiso de salir a pasear, pero ahora ¿con qué confianza la voy a dejar salir con él? Así no se puede. «Vamos a ir al parque», me dice. ¡Sí, cómo no! Esa ya me la sé. Que van a comprar ropa, que van a la papelería, que van a hacer proyectos de la escuela, y tantas cosas.

─¿Y ella no sale con sus amigas?

─Pues eso dice, pero ahora ya no sé. La semana pasada me dijo que fue a ver a una amiga, que porque estaba enferma. A veces me dice que quiere ir con sus amigas de compras, al cine, y a no sé dónde. Ahora dudo si en verdad va con sus amigas o ese muchacho se la lleva a quién sabe dónde. Ay, no. ¡Hasta me dan escalofríos! ¿Qué no le dirán nada sus amigas?, ¿o estarán de alcahuetas ahí apoyando a la hormona?

─Oye, y ¿Abi qué dice o qué hace?

─¡Nombre! Ella está bien enamorada. Está perdida la pobre. No se da cuenta de las intenciones de aquel. Nomás pasa algo en casa, discute conmigo o con su papá, y ahí va corriendo a contarle al chamaquito ese. Si no viene él, ella le marca o ahí la ves pegada escribiendo en el teléfono. Bien podría estar enojada o triste en la casa, pero nada más llega él y ¡vieras la sonrisota! Bien lavado el cerebro le tiene, a la pobrecita. No sé qué hacer, Caro. ¿Qué hago?

Un nuevo inicio… nuevamente

Hace unos días decidí volver a escribir en este blog. Esta vez tiene que ser en serio. Quiero que lo sea.

He estado en un nuevo viaje de descubrimiento personal que incluye psicoterapia. No daré muchos detalles, pero les diré en pocas palabras cuál es mi plan. No preguntaron, pero la cosa es escribir nuevamente. Planeo seguir escribiendo historias y algunas reflexiones personales aquí. Lo referente a psicología, filosofía, y desarrollo personal que puede ir dirigido para el público en general, será parte de un nuevo blog que apenas voy a crear: Oscuro Cofre de Maravillas. Sí, la versión en español de este blog, DCOW (Dark Chest Of Wonders). Quiero continuar seriamente con mi proyecto (que pueden visitar aquí: https://www.facebook.com/oscurocofredemaravillas), y también quiero continuar escribiendo por puro placer.

Me he dado cuenta de que no he escrito casi nada, y menos por placer. Tampoco he leído mucho que digamos. Con excepción de este último mes. En resumen, descubrí que había estado dedicando mi vida al trabajo y todo lo que tenga que ver con él. Una de las cosas más sorprendentes fue que incluso el descanso y el ocio los tomaba como parte del trabajo. ¿Cómo es eso? Pues, pensaba que el descanso es necesario para poder continuar trabajando. Es decir, no lo hacía por el placer del descanso, sino para poder ser más productivo laboralmente. Eso terminó por agotarme emocionalmente. No físicamente. Llegué a un punto muy raro de mi vida en la que no había problemas mayores y, aun así, no estaba disfrutando del momento. Casi no disfrutaba de nada. Todo era tan «meh». No se vale que haya pasado tantos años dedicando enormes cantidades de tiempo y esfuerzo a mi propio desarrollo personal en busca de la sabiduría, como para que no esté disfrutando de los resultados que he tenido hasta ahora. Por eso digo ¡basta! ¡Es hora de continuar escribiendo!

Hace unos días escuché un audiolibro llamado Ikigai: El secreto japonés para una vida larga y feliz. Ikigai, a como entendí, se refiere a un propósito que guía nuestra vida. Dicho propósito es algo que hacemos por el placer de hacerlo. Es decir, no porque sea útil, funcional, o productivo. Ah, pero no lo malentiendan, sí puede ser algo útil. Decían los autores que es algo que encontramos hermoso y útil a la vez tanto para nosotros mismos, como para la comunidad. Solo que esa utilidad no es el punto principal. Nuestro propio placer sí lo es. Es aquello que podríamos realizar por horas y no quisieramos detener ni el día de nuestra muerte. Eh, pero no se trata de simple placer, sino que llega a convertirse en algo espiritual que nos llena, nos satisface, y le da un sentido a nuestra vida. Digo sentido en sus acepciones de dirección y propósito. Por supuesto que me pregunté qué sería ikigai para mí. No tardé nada en encontrar a la principal sospechosa: la escritura.

Así que, aquí estoy. Escribiendo esta publicación por el simple placer de volver a escribr.