Qué hacer si no demuestra interés en ti

Hay personas que no te buscan así como tú las buscas a ellas; personas que no te preguntan cómo te sientes, cómo te fue en el trabajo o la escuela, que no te escuchan porque «están muy ocupados» o porque «ya vas a empezar con tus cosas otra vez»; hay también personas que solo piensan en sí mismas mientras que tú solo eres quien les cumple sus caprichos, les da atención, dinero, comida, sexo, una casa, etcétera. La lista es larga pero en pocas palabras: solo se aprovechan de ti. O quizá solo parece que están contigo por no estar solos. Aquellas personas que quieren que estés para ellas pero ellas no están para ti cuando lo necesitas. A veces, ni siquiera cuando tan solo quieres pasar un buen rato. En estos casos la respuesta está por todos lados: en Internet, en la radio, en la tele, en los consejos de tus amigas y amigos. Siempre escucharás distintas frases que tienen un mismo mensaje: «déjalo y busca a alguien mejor, a alguien que sí te merezca». «Quiérete»; «respétate»; «tú mereces más»; «si no te busca, es que no te quiere»; «si no se esfuerza por ti, no vale la pena»; y las frases siguen y siguen. Yo creo que tienen razón. Es lo mejor que puedes hacer… en algunos casos. En otros, no es tu mejor opción, sino que es la mejor opción para la otra persona.

«Si no se esfuerza por ti, no te quiere»

«Si no te busca, no le interesas»

Lógico, ¿no? Quisiera decirte que esto es verdad sin más, pero esto es más complicado que una simple premisa como esas. Si crees firmemente que si hace o no hace x, quiere decir que no te ama y que, por lo tanto, deberías abandonar a esa persona, déjame decirte que estás haciendo muchas cosas de las que no te das cuenta:

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Los perros no nos enseñan a amar

Desde hace un poco más de un año tengo un perro llamado Bilbo. Él llegó poco después de que falleciera una hermosa y cariñosa pitbull llamada Cleopatra, a quien habíamos rescatado unos meses atrás. Bilbo llegó siendo un pequeño que muy apenas podía caminar. Siempre ha sido muy cariñoso y juguetón (un destructor también pero ¿qué perro joven no lo es?). Enseñarle algunas instrucciones básicas de obediencia no fue difícil (no me pregunten por hacerlo que deje saltarle a la gente para jugar con ella). Me espera mientras sirvo su comida en su plato y no se acerca hasta que yo se lo digo. Le encanta meterse a la casa, pero obedece inmediatamente si le pido que salga. Cuando ni siquiera quiero que entre en ese momento, es capaz de acatar la orden de permanecer en el patio. Es un perrito adorable. Me encanta cómo siempre parece que está sonriendo. Simplemente su expresión es así. Tiene una gran alegría que contagia a cualquiera y toda la energía que yo no tengo.

Pero ha habido muchos momentos en los que me arrepiento de tenerlo. No porque haya destruido tantas cosas cuando era pequeñito, todo eso lo comprendo. Si no porque no le he podido dar toda la atención que él requiere y merece. A veces me daba tristeza que pasaba largos ratos solo. Pero siempre que salía a verlo y a alimentarlo me recibía muy alegre, con su sonrisa característica. Se pone en dos patas pidiéndome que jugemos, y si no, al menos quiere que lo acaricie mientras me abraza (sí, me abraza la pierna y eso me parece bastante tierno). Ahora que tengo otra perrita rescatada ya no está solo, pero me sigue recibiendo de la misma manera.

¿Qué tiene que ver todo esto con el título? Solo demuestro una vez más que los perros son capaces de amar sin condiciones, sin pedir nada a cambio, sin un ápice de resentimiento. Eso es verdad. Pero déjenme contarles ahora otra historia.

Desde que yo era pequeño, en mi casa siempre hemos tenido gatos. Ahora que vivo por mi cuenta, he tenido una gata que está conmigo desde antes de independizarme y un gato que llegó hace apenas un año aproximádamente. Es muy común que escuche a la gente decir que los gatos son muy egoístas, que solo se preocupan por ellos, y que nosotros los humanos solo somos sus sirvientes. Claro, también está el estereotipo de persona loca que tiene incontables gatos en lugar de pareja e hijos. Pero hay algo que ha llamado mi atención: he escuchado a mucha gente decir que detesta a los gatos, pero no he escuchado personalmente a nadie que deteste a los perros. Debo aclarar que no digo que no existan; nisiquiera que no los he visto o sabido de ellos, pero eso es otro asunto.

«¡¿Pero quién va a odiar a los perros, que son la prueba máxima de que existe el amor en el mundo?!»

Creo que tienen razón en que los perros son la prueba de que existe el amor en el mundo. Ellos nos dan su cariño a cambio de muy poco. Es claro que si los maltratas constantemente, se volverán agresivos y no querrán estar contigo. Probablemente logres que no les guste estar con las personas. Pero si, en cambio, les ofreces un hogar, comida, y tu atención, ellos te amarán como nadie. Te recibirán al llegar a casa como si hubieran pensado que jamás regresarías. Si te lastiman sin querer, se sentirán muy tristes hasta que vean que estás bien, que los has perdonado, y volverán a abalanzarse con besos y cariños para ti. Te protegerán si ven que algo o alguien te amenaza. Incluso podrían dar su vida por ti. No importa si de vez en cuando los dejas en el patio y muy apenas sales a darles de comer y te regresas inmediatamente; si no sueles sacarlos a pasear; si no les compras juguetes a cada rato que rompen uno; si no duermen contigo; si no les compartes un pedazo de ese filete caro que tú estás comiendo; si no les compras la comida más fina. Ellos te amarán sin límite. Tú sabrás que tienes la mayor parte de tu tiempo ocupado por el trabajo, llegas muy cansado, tienes muchas cosas que hacer, tienes otros compromisos, tienes problemas con otras personas, problemas contigo mismo, y muchas otras situaciones. Los perros quizá no comprendan toda la situación, pero no te exigirán más. Solo te cubrirán de amor en cuanto se los permitas.

Por otro lado, los gatos quieren tu atención principalmente para que les des comida. Ocasionalmente quieren cariños y también te lo pedirán. Pero no suele ser tan frecuente como lo hacen los perros. Además, ellos tienen su forma de ser acariciados, que tienes que descubrir y acatar. Por supuesto, también deberás respetar cuando ellos no quieren ser acariciados, cuando no quieren ir contigo, cuando prefieren salir a pasear que quedarse contigo a jugar, y cuando no acuden a tu llamado a la primera si no se trata de comida y están hambrientos.

¿Muy caprichosos, no?

Algunas personas los prefieren sobre los perros porque dicen que son más fáciles de cuidar, porque son más independientes, más limpios con sus desechos, no se tienen que bañar tan seguido, gastan menos en alimento, y todo eso va bien con su estilo de vida. Ciertamente, va con mi estilo de vida. Pero he sido capaz de darme cuenta de que los gatos sí aman a sus humanos. Es solo que ellos lo demuestran de una manera muy diferente a como lo hacen los perros. No fui el primero en descubrirlo. De hecho, lo he leído algunas veces por ahí. Pero lo he comprendido viviéndolo y sintiéndolo.

Sé que mis dos gatos disfrutan que esté con ellos jugando y/o haciéndoles cariñitos. De hecho, el gato es bastante cariñoso (bastante…). Si bien la gata no es tan cariñosa, y hasta tiene la fama entre mis amigos de ser corajuda, gusta mucho de mi compañía y cariños. Soy casi el único al que le llega a hacer caso cuando le hablamos.

«Ah, pues con gatos que sí te quieren no ha de ser difícil quererlos».

Y he ahí, en esa frase, un descubrimiento un poco triste, y bastante egoísta de parte de los humanos. De nuevo, no soy el primero ni el único en darse cuenta de esto, pero aquí está mi versión de ese descubrimiento.

Los perros no nos enseñan a amar, solo nos enseñan cómo se siente ser amado.

Al perro no es difícil quererlo porque nos ama y lo demuestra efusivamente, con mucha alegría y energía. Pero al gato, que tarda en demostrarlo y cuando lo hace, es una forma discreta, sencilla, calmada, lo describimos como un insensible, egoísta, y frío. Puede que no lo detesten, pero no le hacen tanto énfasis «porque él también es así de seco». Entonces, vemos que el cariño que da el humano está dependiendo de si recibe cariño o no, y en cómo lo recibe.

Así que yo no confío en quien no pueda amar a un gato.

¿Por qué? Porque para amar al gato nos tenemos que convertir en un perro. Nosotros tenemos que ser quienes comprendan a otro ser vivo que ni siquiera es de nuestra especie, no habla nuestro idioma, no sabemos qué piensa, no sabemos qué quiere, no siempre está con nosotros dándonos su amor y cariño, a veces nos ignora, y a veces parece que nos olvida. Tenemos que quererlo así como es sin juzgarlo en absoluto. Tenemos que aprender cómo es para que la relación funcione, no para intentar amaestrarlo a nuestra manera. Tenemos que adaptarnos a su manera de ser, no al revés. Eso es tan difícil para el humano: amar a quien ama de manera muy diferente a la que uno está acostumbrado, a lo que uno piensa que debe ser. 

El gato pone a prueba nuestra capacidad de amar.

Es por eso que el perro no nos enseña a amar, únicamente nos enseña cómo se siente ser amado. El gato está para probar si somos capaces de amar como perros. Si eres capaz de amar a un gato, eres capaz de amar sin condiciones, de comprender y aceptar a otro ser vivo tal como es (excluyendo algunos casos como en los que una persona quiere a los animales pero no a las personas porque son casos particulares que conciernen a desajustes cognitivo-conductuales de los que no hablaré aquí).

¿Eres capaz de amar igual que un perro?