Las escuelas temen ser escuelas

Antes que nada, quiero comenzar incluyendo una aclaración muy importante que usted debe recordar durante toda su lectura:
Siempre hay excepciones.
Incluso para esa misma frase.

Esto quiere decir que no todos los alumnos, docentes, padres y directivos cumplen con las características que mencionaré. Tampoco digo que una persona por sí sola cumpla con todas esas características y actos. Siempre hay excepciones, niveles, y maneras. Cada quien tiene su forma de actuar. Cada quien tiene sus razones. Pero, por favor, tenga cuidado con el pensamiento positivo de que existen personas que se interesan en la educación. Sí existen, por supuesto que sí; pero he visto muchísimos casos en los que llegan a querer ser tan positivos que dicen saber que no todo es bonito porque hay muchas «áreas de oportunidad» y, sin embargo, sus acciones dejan ver que se niegan a trabajar con las situaciones que expongo en los siguientes párrafos. ¡Eh! Pero dije «tenga cuidado», no dije «abandone» su pensamiento positivo. Además, sé que también hay docentes que sí son abusivos, que no saben de pedagogía, que no les interesa la educación, sino un sueldo fijo, etc. Así como sé que hay alumnos que realmente están aprendiendo a ser responsables. Digamos que aquí expongo el peor caso porque considero que se menciona muy poco y, ¿de hacer algo al respecto? Menos. Por último, como consejo para cualquier lectura, si usted tiende a refutar en su mente todo lo que va leyendo, trate de pensar en cómo y cuándo el texto sí tiene la razón. Si usted tiende a creer lo que lee, practique lo contrario: cómo no aplica. Procure analizar ambos lados para conocerlos, no para establecer si algo es verdad o no, o si es bueno o no.

Hace unos pocos años estaba sentado en el auditorio de la escuela donde trabajaba. La persona a cargo de la dirección dirigía una plática para los padres de los alumnos de nuevo ingreso. Nos habían pedido a los maestros que nos sentáramos en la fila de enfrente, todos juntos, para que cuando llegara el momento de presentarnos, solo nos pusiéramos de pie y saludáramos como celebridades de 3 segundos. De vez en cuando, yo volteaba a ver a los padres de familia. Veía sus expresiones: algunos felices, otros serios, y otros con el rostro iluminado… por el celular. En el escenario hablaban de las materias, de los eventos, de las clases extracurriculares. Las cuales, en verdad, parecían rendir unos frutos buenísimos. Aunque no dejaba de pensar que mi nuca no era tan buen acto de presencia con los padres de nuestros nuevos alumnos. Mi mente divagaba en varias cosas, hasta que me llamó la atención lo que estaba diciendo la persona a cargo de la dirección. Mi cara y mis ojos se abrieron como platos cuando llegó a la frase: «ustedes, papás, nos dirán si estamos haciendo bien nuestro trabajo o no.» Volteé a ver la reacción de los padres en las butacas de atrás. Muchos asentían. Sobresalió un señor ya mayor, vestido formalmente, asintiendo muy solemnemente; como si eso era lo que más esperaba escuchar; como si ya tuviera una idea muy clara de lo que quería que hiciese la escuela. Juraría que lo vi asentir en cámara lenta. En ese momento, sentí el verdadero terror.

Se preguntarán, ¿qué tiene de malo esa frase? Déjenme contextualizarlos y explicar lo que he comprendido que esa frase significa; o más bien, por dónde nos está llevando. Me refiero a las escuelas en general, no exclusivamente a esa escuela donde yo trabajaba. He conocido docentes de varias escuelas, tanto públicas, como privadas; he leído y escuchado testimonios de otros profesores en distintas partes del país. Por eso me atrevo a exponer lo que diré a continuación como algo que sucede, en general, en México. No somos los únicos, pero solo hablaré de mi país.

¿Qué los padres y las madres no deberían opinar sobre la educación que reciben sus hijos en las escuelas? No digo que no, pero el panorama no es alentador.

Imagina que eres un vendedor exitoso. Te ha ido bastante bien económicamente, así que has logrado juntar el dinero suficiente para comprar un terreno y construir una casa a tu gusto para ti. Vas con una compañía que se dedica a construir casas esperando un resultado maravilloso. ¿Quién no quiere una casa enteramente a su gusto? Así que decides que tú serás el director del proyecto. Tú eres el único que sabe lo que quieres, por eso tiene sentido que planees y dirijas la construcción. ¿Las personas de la compañía que contrataste? Seguirán tus órdenes, por supuesto. Por eso estás pagando. Y esperas un gran trabajo ya que es una gran suma de dinero. Empiezas a levantar un muro por aquí, otro por allá, pones una puerta enorme y muy creativa en la entrada principal. De pronto, notas que algo parece no ir muy bien. Ves que algunos empleados están hablando entre sí como a escondidas tuyas. Al día siguiente, uno de ellos se acerca a decirte, en representación de los demás, que ese cuarto que quieres construir no podrá ser así como tú quieres. Explotas. «¿¡Cómo que no pueden hacer algo tan sencillo?! ¡Es su trabajo!». Escuchas palabras que parecen pretextos. Ni siquiera recuerdas cuáles son. Los mandas a hacer su trabajo, obligándolos a construir ese cuarto como les dijiste. Unos días después, justo antes de terminar ese cuarto, una gran parte de la casa colapsa. Te intentan explicar algo del cemento, o cimiento. Quién sabe. Puros pretextos para quitarse la responsabilidad y su falta de capacidad de cumplir tus sueños. Te enfureces porque eso significa que te están robando dinero y tiempo. Lo peor de todo es que te quisieron ver la cara. Los amenazas con demandarlos y contratar a otra empresa que cobra menos por hacerlo mejor. Aunque son puras palabras porque jamás has trabajado con esa otra empresa, solo lo tomaste de las palabras de tus amigos. Vuelven a empezar su trabajo y esta vez, ya que bajaste tus expectativas, terminas con una casa más pequeña de lo que imaginaste. Los techos están muy bajos, las escaleras muy angostas y el recodo no es lo suficientemente espacioso para subir muebles grandes. La instalación eléctrica falla al segundo día. La plomería, al primero. El agua negra recorre la casa hasta la entrada. Claro, porque quedó toda inclinada. Tu recámara es sumamente amplia con un gran ventanal hermoso por donde entra el sol… a todas horas. No hay impermeabilizante porque ni te acordaste de él. Poner los muebles junto a las paredes resulta casi imposible porque te quisiste pasar de creativo: sus formas no permiten que se ajuste nada. Solo terminaste desperdiciando espacio y reduciendo tu movilidad dentro de tu propia casa. Unas semanas después tienes que abandonarla porque la tubería se rompió en varios puntos, se filtró por todos lados, rompiendo el concreto de mala calidad. Un empujón y todo se viene abajo. ¿Cuál es tu conclusión? Los empleados que contrataste no saben hacer su trabajo. No tiene nada que ver que no tengas ni idea de arquitectura. Para eso les pagaste una gran suma a los que construyeron. ¿Pagar a un arquitecto?, ¿para qué? si solo se trata de poner cuatro paredes una y otra vez. Has visto un montón de casas en tu vida, así que sabes qué debe llevar una casa; pero lo más importante es que solamente tú sabes cómo es la casa de tus sueños. Nadie más puede decirte cómo debe ser.

La creencia de que uno debe obtener lo que quiere porque se le deben respetar sus derechos humanos es algo bastante común en muchos países. Solo que aquí me enfocaré exclusivamente en el ámbito escolar de México.

Los padres suelen llegar a las escuelas sabiendo qué es lo que quieren. Suena bien, ¿no? Sin embargo, hay varios problemas que han surgido con ese contexto. Los padres exigen ciertas maneras de enseñar, ciertos tratos, ciertas excepciones para sus hijos, ciertos resultados, ciertas reglas, etc. La mayoría de esas expectativas son tomadas como el sentido común que deberían tener todas las escuelas. Con pandemia o no, los padres y madres esperan que la escuela solucione las cosas de cierta manera. O quizá no tengan de antemano una idea sobre cómo deben reaccionar, pero sí juzgan las acciones que toman. «Deberían haber hecho esto otro», «es que no sé por qué (no) hicieron eso» con tono despectivo, «nos exigen mucho», «no tienen consideración de los niños», etc. Siempre están proponiendo acciones, rumbos, actividades, reglas, protocolos. ¿Decirles que ellos son el vendedor de nuestra historia anterior? ¡Es una falta de respeto! Algunos de ellos son maestros también, así que su palabra tiene un bonus de poder. Otros son abogados. ¡Esa es el arma máxima!

«Para que los papás no se quejen» es una frase que he escuchado incontables veces. No ha habido escuela que haya conocido de una u otra manera en la que no se tomen algunas decisiones «para que los papás no se quejen.» O «para que los papás estén tranquilos». ¿Qué tipo de decisiones? (se truena los dedos…) ¡Aquí vamos!

  • Aceptar tareas fuera de tiempo.
  • Poner exámenes en otra hora/día.
  • Disminuir tareas.
  • No poner 0 de calificaciones.
  • Que les digamos a los alumnos exactamente qué va a venir en el examen.
  • Que pongamos repasos con preguntas «similares» a las del examen.
  • Que ignoremos algunos criterios de evaluación porque al niño o niña «se le pasó».
  • Que aceptemos respuestas en los exámenes, o trabajos, a pesar de no seguir instrucciones porque «sí tenía la idea».
  • Que pongamos más juegos o actividades divertidas porque «si se aburren, no aprenden».
  • Que presente las tareas/exámenes/proyectos que no hizo porque la familia entera andaba de viaje ese día.
  • Que no hagan trabajos en equipo.
  • Que le «ayudemos» con su calificación, aunque no sepa mucho, porque el pobrecito se esfuerza y sufre demasiado. O porque «pues es que no es bueno para esta materia, pero sí para las otras».
  • Que pongamos trabajos extra para subir calificación.
  • Que reportemos las faltas diariamente de cada alumno. Si no, no cuentan.
  • Que los alumnos no pierdan puntos ni tengan otra consecuencia si el docente no reportó oportunamente el rezago o bajo desempeño del alumno.
  • En matemáticas, que si el niño o niña quiere utilizar cierto método porque es el que se sabe, debe sacar todos los puntos. No importa si el tema a evaluar oficialmente es un método específico diferente al que uso.
  • «No te digo que le regales calificación, solo que «le eches la mano» (guiño, guiño)».
  • Que corrijamos lo que estamos haciendo en clase porque su hijo(a) «va a clases particulares y están caras, así que no puede ir mal en la materia».
  • Que, si el alumno no te entiende, te responsabilices como maestro. No importa si ya explicaste muchas veces de distintas maneras. Tampoco importa si no estaba poniendo atención, ni el hecho de que no haya cumplido con las tareas.
  • Nada de castigos. Solo están permitidos los reportes.
  • ¿Que los padres no le hacen caso a su hijo(a), quien está deprimido(a), se ha cortado los brazos o piernas, y no encuentra con quién hablar? ¡Jamás se te ocurra aceptarle un abrazo porque se ve mal!
  • No pongas «conducta» en tus criterios de evaluación.
  • No pongas ningún criterio de evaluación que no pueda medirse objetivamente.
  • Si a algún alumno no le gusta tu clase o no le entiende, el que tiene que cambiar eres tú, docente.
  • «Maestros, hay que repetir las cosas mil veces porque a los alumnos se les olvida. Ya saben cómo son.» Si no lo hacemos, los alumnos pueden argumentar que el docente no les recordó y se salvarán o disminuirán las consecuencias.
  • No pueden evaluar algo que ya se evaluó. No importa que el conocimiento deba ser incremental.
  • Para poder pasar de año/semestre tienen hasta DIEZ oportunidades para pasar una materia con tal de no perder un año/semestre.
  • Si en las instrucciones no viene exactamente lo que deben escribir o hacer, ellos pueden alegar que es culpa de los docentes (tantitito falta para que requieran las respuestas en las instrucciones).

En la mayoría de estas situaciones, solemos escuchar un «eso no es lo que estoy diciendo» cuando queremos aclarar las cosas. Sin embargo, el docente ya se llevó una llamada de atención, como mínimo. Muchas veces dicen comprender la situación y la chiflazón tanto de padres, como de alumnos. Después de eso, simplemente se encojen de hombros y te dicen «tú nomás haz esto para que no te estén diciendo nada. Sé que eres buen docente, no te preocupes.»

Pues sí me preocupo. Veo a los alumnos con pocas consecuencias, con excusas, con permisos, con respaldo, y con un tremendo poder. ¿Los padres? Peor todavía.

La escuela ha sido reducida a un negocio más. Dirán ustedes, «si trabajas en una escuela privada, claro que sí», pero déjenme decirles que he encontrado la misma actitud de los directivos (y de algunos docentes) tanto en privadas, como en públicas. No me refiero a que si pagas, pasas. Eso es otra cosa. La escuela ahora es un negocio más porque se trata a los padres como clientes: esos que «siempre tienen la razón», a los que hay que darles lo que quieren o, al menos aparentar hacerlo, para que no estén molestando. Y de paso, que crean que sus hijos están recibiendo una educación integral de calidad, con contenidos académicos y humanistas.

Darles atole con el dedo, se dice.

¿Qué resulta de todo esto?

Recuerde, lector, que este texto es finito y no pretende ser un libro. Así que, los efectos que aquí mencionaré son solo algunos.

Los alumnos aprenden…

  • Que, si no saben, no pasa nada.
  • Que, si no hacen, no pasa nada.
  • Que, si no aprenden los temas de clase, no pasa nada.
  • Que, si faltan, no pasa nada.
  • Que, si le faltan el respeto a alguien, no pasa nada.
  • Que, si se quejan, el o la docente pierde de una u otra manera.
  • Que, si mienten con sus acusaciones, no les pasas nada a ellos.
  • Que, si no quieren poner atención, no pasa nada.
  • Que, si no quieren aprender, es culpa de los docentes.
  • Que, si reprueban, como quiera el sistema les pone 6 y pasan de año/semestre. O la escuela les da muchas oportunidades. Al final dirán «ándale ya, pásalo», sin decirlo, por supuesto.
  • Que, si se esfuerzan, o aparentan que se esfuerzan (mucho mejor si se ven sufriendo), no importa que no hayan aprendido lo requerido ni obtenido resultados correctos. Deben aprobar por su «esfuerzo».
  • Que no importa si no logra dar respuestas completamente correctas y concretas. Es suficiente con tener una idea relacionada de alguna manera, aunque sea vagamente. Así que, si yo les pregunto «¿de qué color es el cielo?», ellos me pueden responder «nube» y deberán sacar algunos puntos porque «tenían la idea».
  • Que, si no les divierten las clases, los docentes están haciendo mal su trabajo.
  • Que, si los docentes hacen algo que no les parece, pueden exhibirlo en redes sociales y terminar con su carrera. Mínimo, darle un amargo momento.
  • Que, si tiene incomodidades emocionales derivadas por la escuela, los docentes (junto con la escuela) tienen la culpa y la responsabilidad de cambiar eso.
  • Que los docentes deben darles toda la información que ellos pidan. Sea cual sea. Si no, es culpa de ellos que hayan sacado baja calificación y deben arreglar su error. Encima de todo, tachan a los docentes de no ser empáticos.
  • Que si algo no hicieron bien, pueden alegar que no venía especificado en las instrucciones con bolitas y palitos. Eso implica que debemos aceptar las tareas como sea porque hay que respetar que «así lo entendieron» o «hicieron lo que pudieron», ya que «si no le entendieron al docente, es culpa del docente».
  • Que las acciones de los padres hacia las escuelas o docentes no tienen consecuencias negativas, así que pueden hacer lo que sea que consideren necesario.
  • Que no puedan realizar los trabajos completos y correctamente por sí solos sin las indicaciones específicas para cada paso. Y, a veces, ni así.

En resumen: que todo lo negativo es culpa de los docentes y la escuela; los padres están para quejarse, amenazar y demandar a la escuela si lo creen necesario; los problemas emocionales son culpa y responsabilidad de los demás por no tenerles empatía ni compasión; los docentes deben obedecer sus exigencias porque, si no, son pésimos en su trabajo y deberían ser despedidos y expuestos.

Están dejando de hacerse responsables por sí mismos. Creen que cualquier problema que tengan, debe ser arreglado por los demás porque ellos son los culpables.

No aprenden los contenidos académicos, no aprenden lo que en realidad es empatía, y aprenden que ellos no son responsables de aprender. Están pudriendo activamente su propia maduración.

En algunos casos, el alumno sí pierde puntos u obtiene alguna sanción. Sin embargo, no deja de existir la llamada de atención al docente y le solicitan que «tenga más cuidado para la próxima». Todo con un tono de invitarlo a cambiar (le dicen mejorar, analizar, empatizar, ser flexible, etc. Esos eufemismos que le encantan al mexicano). Incluso cuando quien debería cambiar es el alumno porque él es el que debe aprender. No siempre es esa la situación. La menciono porque la he visto repetida en muchas ocasiones. Y ya me imagino que está pensando algo como «¡los docentes también deben aprender!», «uno nunca debe dejar de aprender aunque sea docente», etc. Estoy totalmente de acuerdo en que nunca dejamos de aprender. Me refiero a que hay situaciones que le incomodan o desagradan al alumno, pero el docente no debería cambiarlas porque esa incomodidad o desagrado es parte necesaria de su aprendizaje.

¿Qué factores influyen en que todo esto suceda?

De nuevo, solo mencionaré algunos.

  • La búsqueda de la felicidad. Ignoran que el ser humano está lleno de muchísimas otras emociones y necesita vivirlas todas. Ven a la felicidad como lo que debemos perseguir todo el tiempo. Creen que es sano mantenerse siempre positivos y alejados de la negatividad. ¡Cuántas emociones están guardando en un baúl que termina arrinconado y enmohecido! Porqué ¿quién no quisiera levantarse «¡con toda la actitud!»?
  • El poder de las redes sociales. Quejarse siempre ha estado de moda. Ahora con las redes sociales, tenemos un método sencillo que nos da acceso a la reafirmación de muchas personas. Sin importar que no las conozcamos. Concuerdan con nosotros y reafirman nuestra idea de que tenemos la razón. ¿Qué pasa con los que te atacan por exponer cualquier cosa? Te pueden reafirmar de todas maneras porque al ser humano le encanta sentir que tiene la razón mientras los demás están equivocados. Así, te reafirmas porque crees que todos esos que te contradicen son quienes están equivocados.
  • Falta de información sobre la educación. «No existe un manual de ser padres», «nadie nos enseña a educar a nuestros hijos», «no hay una receta de cómo educarlos», y muchas otras frases que ignoran la existencia de un sinnúmero de libros y autores que hablan sobre cómo hacerlo. Es cierto que no existe una única manera correcta de hacerlo, pero sí hay bastante información que nos ayuda a mejorar nuestras prácticas.
  • Búsqueda de respeto y libertad. Muchas personas desean que se respete su derecho de elegir, de creer, y de hacer lo creen conveniente. Pero, ¿qué pasa cuando no están viendo que sus acciones están dañando a sus hijos, a los compañeros de sus hijos, a los docentes, o a la sociedad? Creen firmemente en que es más importante tener la libertad de educar a sus hijos como ellos decidan porque es su derecho, que preocuparse por educar personas maduras, responsables, empáticas, emocional y académicamente inteligentes, y conocedores. Quizá porque para criar gente así hace falta reconocer que muchas veces estamos equivocados; que no sabemos; que hay que tomar en cuenta al otro sin buscar desesperadamente estar en lo correcto mientras el otro está equivocado; que es más conveniente perseguir el conocimiento, la inteligencia, y la sabiduría, que la libertad de expresión. Han entendido que la libertad es hacer lo que sea que uno quiera hacer sin que nadie, ni una autoridad, pueda decirnos que no. Defienden sus creencias, conocimiento, y libertad a capa y espada. Irónicamente, terminan siendo esclavos de su propia mente. Invidentes ante los efectos de sus acciones.
  • Alguien con autoridad (para ellos) les dijo que las cosas debían ser de tal manera y se la creen. Por supuesto, ¿cómo no hacerle caso a su pariente que también es docente?
  • Creer que los docentes tienen la responsabilidad completa de educar a sus hijos. Olvidan su papel e importancia como padres. Aunque tal vez no lo han olvidado, sino que no saben cómo hacerlo. Y no es que haya una única manera de hacerlo, pero como dije hace un momento, sí hay mucha información sobre la educación de los hijos. Además, parece que tanto padres, como alumnos, creen que la responsabilidad de motivar a los alumnos a ser buenos estudiantes o aprendices, es de los docentes únicamente. Olvidan que la motivación debe venir de ellos mismos. Todos necesitamos ayuda para encontrarla porque no es fácil, pero hay una gran diferencia entre decir «ayúdame» a «es tu responsabilidad».
  • Creer que el estrés, la ansiedad, y la preocupación deben ser evitados a toda costa para procurar su salud emocional.
  • Creer que, porque la inteligencia emocional es importante, no pasa nada si descuidan su inteligencia cognitiva (siendo que no están desarrollando ni una, ni otra).
  • Se dejan encantar por frases como «Aprende divirtiéndote», «Aprende X sin esfuerzo», «Los buenos docentes, adaptan sus clases para cumplir cada una de las necesidades de sus alumnos», etc. Frases estilo comercial que prometen quitarte el sufrimiento para dejarte pura diversión. Olvidan que el alumno es quien debe aprender. Eso implica poder adaptarse, saber solucionar las cosas por sí mismo, esforzarse en hacer y pensar, o que el aprendizaje académico puede llevar mucho tiempo. Muchos saben que Wikipedia no es tomada como una fuente confiable, pero ¿los anuncios de la tele, o de la escuela que está intentando que pagues su inscripción sí lo son? Ah, ¿te lo contó tu familiar que es docente? Lo explicaré así: si no hubiera docentes que también adoptaron esta visión comercializada de la educación, esa visión no estaría tan sostenida en todo el país. Quizá debería decir el mundo.
  • Han tomado el concepto de estilos de aprendizaje (relacionado con las inteligencias múltiples) de esta manera: si mi hijo aprende predominantemente de manera kinestésica (con movimiento), los docentes tienen la obligación de ponerle muchas actividades kinestésicas. Si no lo hace, será culpa de ellos que mi hijo obtenga baja calificación, que no le interesen las clases, y que no esté aprendiendo. Nadie les ha explicado que eso de los estilos de aprendizaje es para saber cuáles maneras de aprender se nos facilitan en el momento de hacer la evaluación. Sin embargo, no quiere decir que es la única manera en que podemos aprender, y que no puede cambiar a través del tiempo. No les han explicado que todas esas maneras de aprender, todas esas inteligencias, deben ser utilizadas y nutridas. El priorizar una sola, en la que mejor te va, es dejar caer tus demás habilidades y capacidades. Es quedarte en tu zona de confort. Es decir, limitas tu propio desarrollo cognitivo y emocional.
  • Las calificaciones son demasiado importantes. Recordando que demasiado significa más de lo necesario porque acepto que las calificaciones sí tienen su utilidad. Tal vez sea por mantener la beca, o por tener un promedio que requiere en la siguiente escuela, o por graduarse automáticamente por promedio, o porque simplemente los padres creen que más abajo de 9 es ser un bueno para nada.
  • La forma en que toman las ideas hermosas e inspiradoras sobre la docencia. «El maestro mediocre, dice. El buen maestro, explica. El maestro excepcional, demuestra. El gran maestro, inspira». Este tipo de frases crea una imagen del docente ideal. Una imagen que utilizarán para medir a todas las personas dedicadas a esta labor. Uno piensa en un docente que inspira y, lo más probable, es que pensemos en una persona amable, carismática, apasionada, paciente, siempre atenta, siempre sonriente, y creativa; Aquellas personas que irradian pasión por la vida y el aprendizaje. ¡Qué maravilloso sería tener a varios docentes así! Coincido con eso. ¡Por supuesto que sí! Pero hay una posibilidad que puede estar sucediendo: un día llegas a tener a un «gran maestro(a)» y te das cuenta de que, según tú, eso era lo que te faltaba para motivarte. Entonces, empiezas a darte cuenta de que los demás maestros son unos mediocres. Tanto los anteriores, como los que vengan, si es que no son como tu «gran maestro(a)». Así que, ¿de qué te habrá servido tener un gran maestro(a) si aprendiste a esperar que tus docentes sean de esa manera? Habrás reforzado tus prejuicios, y tu papel de la víctima. «Es que mis maestros son unos buenos para nada». Te estás limitando a aprender de todas las personas que se paren frente a ti con el título de docente. Puedes estar concentrándote demasiado en definir quién es un buen docente, y quién no. Desperdicias energías que podrías utilizar en ti. Nuevamente estarías pasándole la responsabilidad de ser un buen aprendiz a los docentes.
  • Los docentes super positivos que «saben que existen muchas áreas de oportunidad». Léase la palabra «»saben«» así, con dos comillas e itálicas para mucho mayor énfasis. Lo siento, RAE, estoy rompiendo las reglas a propósito. Dicen que conocen la situación, pero no hacen nada porque no se han dado cuenta realmente, o porque creen que hay cosas que no les corresponden, o porque creen que no se puede hacer nada, o porque solo siguen instrucciones de más arriba, o porque creen que ya están haciendo lo suficiente, o porque prefieren ver el lado positivo de la situación, o porque creen que enfocarse en las fortalezas es la mejor estrategia (pero no están solucionando nada).
  • La obsesión por la capacitación docente. Y lo dice alguien obsesionado con la superación personal y el aprendizaje. Las escuelas empiezan a ponerte la obligación de tomar ciertos cursos que ellos te indican u ofrecen directamente. Tomar los cursos que ellos te dicen es lo más importante. Si usted toma cursos por fuera, es bueno para usted, pero de todas maneras tiene que tomar los que ellos dicen. Si no tiene tiempo de tomar otros cursos, ni modo. Si el curso que ellos le ofrecieron no fue bueno, ni modo. Si no aprendió casi nada, ni modo. El punto era cumplir con tomar el curso. Encima de eso, hay algunas escuelas en donde hacen observaciones a su clase. Siempre le dirán «no es para criticarlos ni se deben sentir juzgados. Es para ayudarlos a mejorar». Y les creo su intención. En serio que sí. En muchos casos sí ayuda. Sin embargo, cuando empiezan a exagerar con las observaciones puede convertirse en algo inútil, o hasta contraproducente. ¿Y qué hay del efecto en los alumnos? Con la capacitación constante para los docentes, va incluida una atmósfera de «tú, docente, eres el que tiene que cambiar. No el alumno. Tú tienes que adaptarte a los alumnos, no ellos a ti «porque pobrecitos»». Algunos dirán «No es cierto, siempre decimos que los alumnos deben esforzarse por aprender y adaptarse». Entonces yo les pregunto, ¿por qué está sucediendo todo esto? (Para la respuesta, vuelva a leer toda esta publicación). Por favor, no me entienda que estoy en contra de la capacitación constante y las observaciones de clase. Estoy hablando de la exageración y del mensaje en el que los docentes son los únicos responsables de hacer al alumno aprender y de motivarlos, siendo que esas dos cosas son responsabilidad del alumno. El maestro solo es un auxiliar.
  • Ver lo bueno que tienen algunas de las prácticas mencionadas… sin hacer nada por disminuir las inconveniencias. ¿Se siente muy negativo(a) si ves el lado inconveniente de las prácticas que hay en su escuela? Una cosa es ver las inconveniencias y creer que todo será negativo, hagas lo que hagas. Otra cosa muy diferente es ver las inconveniencias para poder hacer algo al respecto porque cree que se puede mejorar. Este último caso no es ser negativo. No caiga en el positivismo ciego.

Prueba rápida para tener una idea sobre si estás siendo extremadamente positivo: ¿Consideras que esta publicación está llena de negatividad, o consideras que tiene información útil que complementa lo que ya sabías?

¿Por qué digo que las escuelas temen ser escuelas? ¿Qué propongo?

Pueden decir que les interesa la educación, pero sus acciones están encaminadas a evitar problemas, quejas, demandas, o denuncias. Esto está respaldado por quienes sucumben ante la opinión pública y las demandas sociales. Peor aún, cuando es respaldado por una denuncia formal, aunque sea por derechos humanos.

Se les dan pláticas a los padres, existen las escuelas para padres, se les avisa cómo van sus hijos, se mandan reportes, pero después de eso «no podemos hacer nada». Entiendo que no vayamos a meternos en la casa de las personas a decirles si está bien o mal lo que hacen, ni cómo hacerlo. Pero, quieran o no, lo que pasa en la escuela también influye en lo que sucede en casa. El aprendizaje no es únicamente el que se da tras haber preparado cuidadosa y profesionalmente una clase en un aula con diversos materiales aplicados en interesantes dinámicas. En realidad, aprendemos 24/7. Hasta cuando dormimos. Por eso digo que con cada acción que toma o no toma la escuela, todos están aprendiendo algo. A cumplir, a faltar, a responsabilizarse, a no hacerlo, etc.
Las escuelas temen ser escuelas porque temen aplicar consecuencias a los padres y a los alumnos. Las consecuencias son parte del aprendizaje. Y, por favor, por lo que más quiera, querido lector, no crea que la palabra consecuencias es únicamente para algo negativo o desagradable. Consecuencia solo significa el resultado (o resultados) de una o más acciones o sucesos. Sin meter la idea de que si es algo agradable o desagradable. Eso es aparte. Ahora, es cierto que muchas de las consecuencias que serían convenientes son muy propensas a ser percibidas como desagradables por alumnos y padres; pero hablamos de actos que, de no tener consecuencias desagradables, perpetuarán la irresponsabilidad, la arrogancia, la ignorancia, o la falta de empatía.

Suelte esa creencia de que el aprendizaje debe ser divertido, amable, y completamente disfrutable. El aprendizaje sucede en todo momento. No necesita de ciertas características para llevarse a cabo. El detalle es qué es lo que están aprendiendo. Y no, no quiero decir que, si les enseñamos con amor y cariño, aprenderán a dar amor y cariño; Si les enseñamos con mano dura, serán seres crueles y fríos. No es tan sencillo. Solo mire cómo está funcionando eso de creer que los docentes deben ser animados, entretenidos, apasionados, interesantes, dinámicos, y compasivos. Recuerde que siempre tendemos a exagerar. Esas características se han comprendido de una manera tan exagerada, que terminamos teniendo alumnos mimados, inmaduros, irrespetuosos, y activamente luchando para llevar su desarrollo cognitivo hacia la dependencia, ignorancia, e irresponsabilidad.

Los directivos siempre están detrás del escudo del «no nos corresponde». Se les olvida que no actuar también es meterse con la educación de sus alumnos y de los padres también. Pueden estar enviando un mensaje parecido a «ustedes están en lo correcto, no les haga caso a los docentes. Ellos deben hacerle caso a usted».

No podemos no influir en la educación de la sociedad. Así es, la sociedad. Tenemos en nuestras manos esa responsabilidad, quieran o no. Lo acepten o no. Actúen o no actúen, seguimos educando a la sociedad. Cierto, todo es un proceso sistémico y la sociedad también educa a la escuela. Que la sociedad eduque a la escuela de la manera en que lo está haciendo, y que esta lo siga permitiendo, es como aquella familia que trata a uno de sus miembros como chivo expiatorio. Terminan teniéndolo casi como esclavo por medio de la culpa. Mientras este solo agache la cabeza creyendo que todo lo que le dicen es cierto, no tendrá espacio para creer que es posible cambiar las cosas; No creerá que no todo es culpa suya. Cambiar sería una insurrección individual fantasiosa. La opción de cambiar es tan irreal, que no suele pasar por su mente. Si lo hace, «sabe» que es solo una fantasía.

Salir de ese hoyo es sumamente difícil. Además, necesita estar preparado mental y emocionalmente para el relajo que habrá; y tener un plan astuto. Rebelarse contra su familia directamente de frente podría ser demasiado riesgoso para él. Podría encontrar demasiada resistencia. Podría terminar más hundido de lo que estaba si es que no logra salir de esa situación. Por otro lado, la familia no tiene deseos de cambiar las cosas. Ellos tienen «su verdad» y a nadie le gusta que le cambien su verdad. Por eso, este sujeto tendría que actuar astutamente. Necesitará comprenderlos a ellos para saber hablar su lenguaje, saber por dónde llegarles, qué decirles, qué no decirles, y necesitará mucha paciencia.

«Oye, eso suena a manipulación». Lo es. Sin embargo, está buscando una mejor calidad de vida. Lo más probable es que no pueda escapar de ese ambiente tóxico, así que tendrá que influir en su ambiente para disminuir esa toxicidad. De esa manera, no solo estará cambiando su propia vida, sino la de los demás miembros; pero es un cambio para limpiar un poco esa toxicidad que también les está afectando a ellos. Solo que, para ellos, es como fumar, les agrada mucho aunque los esté contaminando por dentro y por fuera.

Pero, ¿saben qué más necesitará? Ayuda. No es algo que pueda hacer solo.

Las escuelas no pueden actuar solas para hacer este cambio. Por supuesto que lloverían quejas, denuncias, y demandas. Por eso deben saber actuar inteligentemente y en conjunto con otras partes de la sociedad. Es cierto que deben tener empatía con alumnos y padres, pero esa empatía no significa hacer lo que ellos quieren porque, generalmente, ellos quieren evitar el sufrimiento de cualquier manera. Ser empáticos no quiere decir quitarles todo sufrimiento. Muchas veces aprendemos cosas importantes con esfuerzo, sudor, y lágrimas. Eso es algo que debe entender la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Muchas personas se quejan de cosas que les ayudarían a crecer como personas. Eso quiere decir que la CNDH ha ayudado a muchas personas a atentar contra sí mismas: a propagar la arrogancia, la falta de empatía, la ignorancia, y la inmadurez. Algo que planeaba ser dedicado a defender a las personas de los abusos de otros, está siendo utilizado para propiciar los abusos contra sí mismos.

Otra cosa que le propongo es que empiece a ver cómo, en dónde, y quién encuentra lo que describo en esta publicación. Recuerde que siempre hay excepciones, niveles, y maneras. No siempre sucede igual. Además, el hecho de que existan ejemplos reales de personas que son todo lo contrario a lo aquí descrito, no refuta el hecho de que también los hay como los describo. Existe de todo. Darse cuenta de las cosas puede ser el primer paso para cambiar lo que se pueda cambiar.

Para otras propuestas, lea de nuevo el apartado anterior, ¿Qué factores influyen en que todo esto suceda?, pues ahí incluyo algunas propuestas para varios factores. Si usted quiere que profundice en alguno, deje su comentario y con gusto le daré respuesta.

Ahora otra perspectiva filosófica

Usted puede ignorar todo esto. No existe una forma en la que las cosas deban ser. Todo es perfecto como es porque así sucedió, no porque haya una intervención o plan divino que estamos siguiendo. No hay un destino específico ni algo que debamos lograr. Las cosas suceden y se influyen unas a otras todo el tiempo. Entonces, ¿por qué lo escribí? Porque, a pesar de que no acabaré con la ignorancia, la arrogancia, la violencia, ni nada, sé que mis acciones influyen. ¿En quiénes? Exactamente, no lo sé. ¿Cómo y en qué medida? Tampoco lo sé. Pero eso no me detiene para poner mi granito de arena. Y, a pesar de que no sueño con un mundo perfecto donde todos somos felices con muy pocos problemas, no elegí tomar un papel pasivo en esta obra llamada Vida.

Últimas palabras

Sé que hay muchos maestros que se esfuerzan por hacer todo lo posible en mejorar la situación, dándoles la mejor educación que pueden a sus alumnos. Aunque haya muchas historias maravillosas en las aulas, al mismo tiempo creo que hay que voltear a ver todas estas situaciones que van más allá de los docentes y están afectando a la sociedad. La sociedad se afecta a ella misma. Se están procurando y manteniendo la ignorancia, la arrogancia, la falta de empatía, la falta de consideración, la irresponsabilidad, la falta de madurez, y los papeles de víctima-victimario. No piense que porque existen personas que no son así en su escuela, no haya nadie que sea así como describí en esta publicación. Nuevamente, le pido que no caiga en el positivismo ciego o que salga de él porque lo más probable es que ya esté ahí. Tampoco sea negativo: no porque exista esta situación en este momento, siempre seguirá así. Cambiará. Nunca dejará de haber problemas, pero las cosas cambian. Siempre pueden cambiar. Esto es algo que involucra a alumnos, docentes, padres, directivos, autoridades, vecinos, primos, sobrinos, y hasta a los comentadores de las redes sociales. ¿Qué hará usted al respecto?

Definiendo la buena y mala autoestima

¿Baja autoestima = mala autoestima? y ¿alta autoestima = buena autoestima?

Sí y no. La baja autoestima sí es una mala autoestima; pero la alta autoestima también es una mala autoestima.

Pondré esto más claro con este diagrama que hice:

Esquema de la autoestima

Veamos la parte izquierda primero, donde dice Alta – Buena – Baja. Con ayuda de los colores (rojo = mal; verde = bien) debería quedar mucho más entendible lo que quiero decir.

La buena autoestima es cuando se logra un balance adecuado entre una alta y una baja autoestima. La definición de autoestima la daré a lo largo del texto, pues es difícil concentrarla en una sola oración. O más bien, sería algo muy somero de hacerlo así. Así que dejare que ustedes den su propia definición.

Empecemos por la alta autoestima. Una cosa curiosa que me hizo pensar en esclarecer este tema fue cuando leí un artículo sobre el abuso escolar (actualmente muy conocido como «bullying»). Cuando describían a los niños que maltrataban a otros hicieron el comentario de que la gente suele verlos con baja autoestima, alegando que necesitan degradar a otros para poder sentirse bien consigo mismos. Pero más bien, esos niños, según sus observaciones, suelen tener una alta autoestima de sí mismos. Generalmente, ellos se ven a sí mismos como grandes atletas, el alma de la fiesta… en fin… sienten que son una persona más exitosa que la persona a quien molestan. Esto es una descripción de alta autoestima, es verdad. Pero no quiere decir que sea una buena autoestima, sino todo lo contrario.

La baja autoestima no tiene tanta dificultad en ser comprendida. De donde la veamos es una mala autoestima. Se caracteríza por no estar feliz con uno mismo y sentir que valemos menos que otras personas. Podría comenzar una enorme lista de características o de acciones que nos llevan a pensar que alguien tiene baja autoestima, pero en este post me interesa más diferenciar entre alta, buena y baja autoestima de una manera simple.

Repito, la buena autoestima es cuando encontramos el balance entre una alta y una baja autoestima. No más hacia un lado que hacia el otro.

Ahora, pasando al lado derecho del diagrama. Vemos las palabras Arrogancia y Depresión. Con ellas represento a los dos tipos de malas autoestimas. Pongámoslo así:

  • Alta autoestima (arrogancia):

La gente se aleja de ti porque eres presuntuoso, presumido, fastidioso, egocéntrico, fanfarrón, etc.

  • Baja autoestima (depresión):

Tu mismo te alejas de las personas porque piensas que nadie quisiera estar contigo, ya que eres un aburrido, eres tonto, inquietante, feo, un bueno para nada…

Pasemos al punto que creo yo que causará más discordancias. Noten que puse un área de Humildad. Esta zona fue la más difícil de colocar, pero decidí hacerlo con su límite superior justamente convergente con el punto central de la buena autoestima. Es común escuchar que la gente dice que los humildes son grandes personas y las elogian por eso mismo. Es más, entre más humildes son, mejores personas las consideran. Yo difiero enormemente con esto. ¿Por qué? Déjenme poner otra pregunta: ¿cómo dirían que es la autoestima de alguien que no acepta el crédito por nada de lo que hace, que cree que el trabajo de los demás es más valioso que el suyo propio y que a pesar de hacer muchas cosas productivas considera que no ha hecho casi nada en comparación a lo que hicieron las otras personas? Claro, esa persona tiene una baja autoestima. Es por eso que puse la parte restante de la humildad en camino hacia la baja autoestima. Si quieres estar en la buena autoestima reconoce lo que hiciste y sé feliz con ello, pero no más ni menos.

En conclusión, sé feliz contigo mismo y siéntete orgulloso pero no alardees. Y tampoco pienses que eres menos importante que los demás. Es más, no pienses en quién es más importante que quién. Piensa que todos tenemos algo que hacer (o que decidimos hacer) y hay que hacerlo. Sin ser mejor o peor, solo ser ¡y ya! Si tienes tantas ganas de hacer comparaciones, entonces házlas contigo mismo. Si las haces entre tu y otras personas jamás terminarás y nunca te sentirás a gusto contigo mismo (o sea, que no serás feliz). Mira la imagen que pongo de la escalera de Penrose.

Al compararte con los demás estarás intentando llegar a la cima de esta escalera… nunca lo harás.

¿Cómo quedó su definición de buena autoestima?