Carta a…

Te busqué por mucho tiempo. Aunque no sé en verdad cuánto tiempo pueda llamarse «mucho», pero ni a ti ni a mi nos importa. Te encontré. Luché por ti y ahora estás a mi lado. Eres justo lo que esperaba. No me has decepcionado ni un ápice. Espero de todo corazón no decepcionarte a ti.

Tú me has ayudado a ser más fuerte, a conocerme a mi mismo, a conocer el mundo, a ver a mi al rededor. Tratas de enseñarme a apreciar lo que tengo, a ver más allá de mis problemas, a disfrutar de lo que he logrado, de lo que soy, a no ver únicamente problemas o, «cosas por arreglar», como suelo llamarlas. Sé que he sido un tanto necio con ello. Lo siento. Pero, ¿sabes qué? Confío en que lo aprenderé. Así como he aprendido tanto en tan poco tiempo.

Has visto mis peores momentos. Me has visto llorar, revolcarme en la cama con un nudo en la garganta que me impide gritar por miedo a asustar a los vecinos. No… más bien, miedo a que escuchen lo que siento; a compartir mi dolor con unos extraños.

Has visto mis decisiones inconvenientes. Me has visto golpear el colchón cuando no puedo más, cuando no sé qué hacer para librarme de mis propias cadenas, cuando no tengo la fuerza suficiente para seguir adelante y lo único que logro es detenerme a llorar casi hasta secar mi alma.

Has visto todo aquello que quizá alguna vez le he contado a alguien más. Solo que a ese alguien se lo conté someramente. Solo tú has presenciado la desgarradora verdad.

Claro, también te ha tocado ver esos momentos de esperanza, esos momentos en los que una revelación abre mis ojos e infla mi pecho. Esos instantes que marcan el inicio de grandes cambios en mi vida.

Me has visto creando todo aquello que los demás solo ven terminado. Me has visto disfrutando el momento. Has escuchado mis carcajadas. Has visto mis lágrimas de empatía al ver una película. Me has visto trabajando, postergando, durmiendo, comiendo, y hasta «descomiendo».

Es más, estás conmigo justo ahora, mientras escribo esta carta para ti, en la que quiero agradecerte  todo lo que me has permitido hacer, pensar, aprender, disfrutar, desahogar, crear, reparar, soñar, observar, cantar.

Sabemos que no siempre estaremos juntos. Tú misma me ayudaste a comprender también el valor de tu ausencia. No dejaré de ir a tomar una taza de té contigo, de ir a llorar contigo, de reflexionar contigo, de disfrutar el momento contigo aunque permanezca callado.

Ahora que recuerdo, a veces te hablo sabiendo que nunca me responderás. Qué divertido es parecer un loco aún cuando nadie te está viendo.

Es curioso cómo puedo disfrutar saludarte y también despedirme. Mucha gente malgasta el tiempo que pasa contigo. Yo creo que es algo maravilloso. Así que, vayamos a seguir disfrutando de esta calma, esta noche, esta música, y la brisa que entra por la ventana.

 

Kymwo

A veces, no confiar en ti mismo es lo mejor que puedes hacer

Les contaré algunas cosas muy personales sobre mí. Una faceta de mí que casi nadie conoce a profundidad. He escrito sobre ello varias veces, pero no tan directamente como ahora lo haré.

¿Alguna vez has estado deprimido? Yo sí. Y no hablo de momentos tristes, momentos difíciles. Hablo de una profunda y desgarrante depresión que te asecha día y noche. Esa que te hace sentir solo aunque estés rodeado de gente que te ama. No conforme con ello, la depresión te hace sentir aún peor por ser un maldito desagradecido y un necio, un imbécil. No puedes evitar nada de eso. Crees que eres un estorbo para los demás porque, a pesar de todos sus esfuerzos, tú sigues sintiéndote un desperdicio de humano, desperdicio de amor, desperdicio de tiempo, de esfuerzo… En fin, sería mejor que no estuvieras aquí. O en ninguna parte. Te preguntas a ti mismo si tendría razón aquella persona que te dice «mejor date un tiro». Te duele en el alma si quiera considerarlo, pero lo consideraste. Y eso quizá no habrá partido tu cabeza como lo hubiera hecho la bala, pero sí partió tu corazón. No importa cuánto te esfuerces, nunca serás lo suficientemente fuerte para salir de ese chiquero en el que vives. Cada vez que logras hacer un avance, que hasta la gente de tu al rededor reconoce, solo necesitas un parpadeo para que todo se vaya al carajo nuevamente. Y ahí, solo, en el suelo, cuando todos voltearon para seguir con sus vidas, yaces llorando una vez más. Te preguntas, ¿para qué rayos me esfuerzo si de nada sirve? Intentas, de todas maneras, levantarte para buscar ayuda pero, ¿qué encuentras? que la gente te dice «anímate», «tienes tanto por lo que ser feliz y estar agradecido», y eso… es una patada en los bajos. ¿Por qué? Porque teniendo tanto por lo que ser feliz, tú estás ahí sintiéndote miserable. No mereces lo que tienes porque no lo valoras. No eres de provecho para la sociedad, ni para tu familia. Entonces, te das cuenta de otra cosa: estás realmente solo porque nadie sabe qué decirte, cómo ayudarte, nadie comprende cómo te sientes. No eres capaz de disfrutar las cosas que alguna vez amaste. No tienes ganas de intentarlo si quiera.

Es ahí donde necesitas no creer en ti mismo. Me dije tantas veces que no era lo suficiente bueno para un sin fin de cosas… tantas veces me lo dije… que el papel donde escribí esto originalmente ahora tiene lágrimas que quedarán ahí para siempre. Recordatorios de todo lo que perdí, todas las oportunidades que dejé pasar, los momentos y personas que no disfruté como pude haberlo hecho. Ahí es donde el no creer en mí me salvó la vida.

No siempre lo tuve presente. No siempre era consciente de ello. Durante todo ese tiempo yo tuve mi «cuerda de seguridad«. Ahora la veo. Esa cuerda de seguridad era creer en mi.

¡ESPERA! ¿NO DIJISTE QUE NO HABÍA QUE CREER EN UNO MISMO?

Aplico una de mis frases favoritas: «sí pero no.»

¿Qué era eso en lo que confié? Confié en que de alguna manera, yo sería capaz de domar a la depresión. No sabía cómo, ni con qué, ni cuándo, ni qué tan difícil sería. Y lo peor: no siempre me lo creía. Leí, investigué, intenté tantos consejos de superación personal, que tampoco pude evitar pensar que de nada servían. En el mejor de los casos, encontraba un alivio efímero. Solo eso.

Creer que podría salir de eso, mientras también creía que era mejor alejarme de todos por ser un estorbo, por no ser suficiente, por ser un desperdicio, era como sujetarse de una cuerda bajo una cascada.

Entonces, ¿cuándo no creer en ti mismo? Cuando me decía a mi mismo que no sería posible, no debí creer en mi mismo. Todas esas veces que me dije que era mejor no continuar, que era una basura, que no valía yo la pena, era cuando no debía creer en mí. Aunque en realidad, ese sentimiento de ser capaz de lograrlo casi siempre estuvo dormido. Habría los ojos, mas no se levantaba realmente, cuando el oso hibernaba. Una vez al año.

Ahora, este ejemplo es fácil de entender, sobre todo para quienes no han sufrido una depresión severa. Claro, es lo que todo mundo dice «cree en ti mismo y lograrás lo que tú quieras». Así de sencillo.

… como si supieran lo que se siente.

Pero bueno… ahora que me crees la parte de «a veces no debes creer en ti mismo», déjame exponer algunas otras situaciones en las que no es tan clara su aplicación.

«No tengo tiempo para limpiar la casa, tengo demasiado trabajo.» Y probablemente lo jures, y hasta desgloses tu horario y todas actividades para, según tú, demostrar que no tienes tiempo para limpiar. Esto es algo también muy personal porque es algo que yo mismo digo (pero estoy en proceso de cambiarlo). Comprendo lo difícil que es el adquirir nuevos hábitos si sientes que tu agenda ya está llena, pero, ¿qué es lo que he descubierto que me anima a compartirles esto? Que aplicando el «no debo confiar en mí», he logrado mantener la casa más limpia que antes. Tengo épocas de flaqueza todavía, pero la otra parte, en la que sí confío, me dice que lograré mantener esos hábitos de limpieza que me gustaría tener. He descubierto que no debo creer que no tengo tiempo porque he logrado limpiar la sala en menos de 10 minutos. Lavar el patio donde está el perro en 15 o menos. He descubierto que alcanzo a lavar casi todos los platos en lo que se calienta el agua para mi té. He descubierto que para limpiar un cuarto no necesito todo el día, ni toda la tarde. Y es que me he dicho a mí mismo muchas veces que para limpiar un cuarto bien, necesitaría estar de vacaciones, tener toooodo el día completo para poder hacerlo. Y, ¡no es cierto! Incluso con una hora o menos puedo limpiarlo decentemente. Quizá no a profunidad, pero es muchísimo más de lo que haría si creo que a fuerzas necesito todo un día. Hace poco leí «es mejor hacer las cosas a medias, que no hacer nada» y todo porque creemos que debemos hacerlo de manera perfecta, a fondo, porque creemos en que «si vas a hacer algo, hazlo bien«. A veces no alcanza el tiempo, no nos alcanzan las ganas, y es entonces cuando «es mejor hacer las cosas a medias, que no hacer nada en absoluto«. Ni modo.

Otro ejemplo:

¿Eres experto en matemáticas, idiomas, computación, deportes, música, leyes, física, electrónica, psicología, finanzas…?

¿Qué me responderías si te digo que no debes confiar en lo que sabes? Algunos dirán que si no confías en lo que sabes, ¿cómo esperas que los demás confíen en tí?, ¿cómo esperas hacer un buen trabajo? Bueno, pues es precisamente para hacer un mejor trabajo, que te recomiendo no confiar en ti, no confiar en lo que sabes. ¿Por qué? Porque si crees que ya sabes algo, tu cerebro entrará en modo «ya lo sé, no hay razón para seguir buscando». No puedes evitar que entre en ese modo. A menos que verdaderamente dudes de ti mismo y de lo que sabes. Solo así tu cerebro ira en busca de más. Solo así serás capaz de encontrar nueva información que quizá contradiga lo que creíste que era cierto (¿acabas de pensar en algun dato que crees firmemente que no puede ser dudado? ¡DÚDALO!), pero que serás capaz de aceptar porque estarás en búsqueda de la verdad, o de nuevos métodos, de nuevos datos. Si no dudas de ti mismo, nunca irás más allá, nunca descubrirás «mundos nuevos». No crecerás emocionalmente ni en tu campo de experticia. Bueno, sí puedes crecer en esto último, pero a un nivel mucho menor.

Si acabas de pensar «yo sé que no lo sé todo», ah, pues ¿qué crees? ¡DUDA DE TI MISMO! No te creas tu propio cuento de que eres consciente de que no lo sabes todo. ¿Por qué? Porque de cierta manera, tu cerebro sigue estando en ese estado de «ya sé que no sé todo» y se vuelve perezoso. Dejará de prestar atención y pasará por alto muchas situaciones en las que actuaste como si supieras algo. Habrá olvidado cuidarse, siendo que es un esfuerzo constante el pensar «no debo confiar en lo que sé» para mantener viva la curiosidad que te llevará a aprender aún más y crecer.

«Yo siempre estoy tratando de ser consciente, de conocerme a mí mismo, de crecer, de aprender»,  uff… esta pedrada también va para mí. NO DEBEMOS CONFIAR TANTO EN NOSOTROS MISMOS. Si confiamos en eso, caeremos en el estado perezoso y dejaremos de prestar la atención suficiente para darnos cuenta de todo lo que hacemos.

Otro ejemplo:

Se terminó mi relación y mis esfuerzos no fueron suficientes para evitarlo. No… más bien, yo no fui suficiente para esa persona. Todo mundo me dice que soy «un buen partido», que «la chica que esté conmigo será afortunada», y aún así… me han dejado. ¿Seré capaz de encontrar a alguien con quien compartir el resto de mi vida? No lo sé. Empiezo a creer que no. Por más que yo creyera en la relación, estaba equivocado. Quizá yo no sea apto para una relación de ese tipo. Quizá mi destino es estar solo. Con amigos, familia, y mis mascotas, claro. Con esposa e hijos, creo que no. Cada vez que repaso en mi mente cómo todo lo que he vivido y todo lo que creí se destruyó sin que yo fuera capaz de hacer algo para evitarlo, me reafirmo que mi futuro es solitario. No importa todo lo que sé sobre psicología, sobre el comportamiento humano, sobre relaciones, sobre mí mismo, sobre el amor… nada importa. Nada ha evitado que mis relaciones terminen. Así que, solo me queda estar bien conmigo mismo y nada más.

Rayos…

Pero volviendo al punto de esta publicación: no debo creer en mi mismo. Tampoco debo decirme «no te preocupes, encontrarás el amor, y será hermoso, y vivirán felices todo el tiempo que deban durar», o «en la vida hay tres amores, ya viviste dos, te falta el tercero, que será el bueno». ¿Por qué no vas a creer todo eso? Porque quiero mantener mi actitud de duda. No voy a decir que no encontraré a nadie más, pero si quiero ser congruente y consistente, tampoco puedo decir que sí la encontraré. Aquí es donde es difícil aplicar el «no debo confiar en mi mismo», porque si nos decimos que encontraremos a alguien y nos lo creemos, podemos caer en la desesperación de querer hacerlo: bastante inconveniente por razones que ustedes ya saben. Además, estaremos descuidando la actitud de desconfiar de nosotros (cuidadosamente, claro). Y, por último, desconfío de lo que pienso porque también sé que una relación es de dos, no depende solo de mí.

 

En conclusión, no se trata de dudar de todo indiscriminadamente. No se trata de dudar de todo para sentirnos intelectuales. No se trata de dudar de todo porque nada es cierto, todo es una simulación, nada tiene sentido, y entonces… ¿si quiera existimos?… espera, ¿qué?

Se trata de dudar de nosotros mismos para mantener viva la curiosidad, mantener la mente abierta, los ojos abiertos. Se trata de ser capaces de aprender más de lo que creemos posible. Se trata de crecer.

Hay veces en las que debes creer en ti mismo. Hay veces en las que no. La sociedad ya te ha enseñado en que debes creer en ti, ahora te falta aprender a desconfiar de ti mismo. Después podrás combinar ambas prácticas. Ese es el siguiente nivel. Practícalo todos los días.

 

 

Un último ejemplo de cuando no debes creer en ti: «5 minutos más«. Punto.

 

 

¿Realmente debemos buscar comprensión?

Cuando nos sentimos tristes, agobiados, enojados o desesperados tendemos a buscar a alguien que nos comprenda. Buscamos que alguien más comparta nuestras emociones, ya sea en el mismo momento o que en el pasado haya sentido algo similar. Y no solo que haya sentido algo parecido, sino que haya pensado como nosotros en ese momento. A esa persona es a quien le terminamos contando todo y en quien terminamos confiando cuando nos da algún consejo, siendo éste, tal vez, lo que esa persona hizo en el momento en que pasó por algo similar a lo que estamos pasando nosotros. ¿Cierto?

Incluso llegamos a enojarnos cuando alguien que no ha pasado por lo que nosotros estamos pasando intenta darnos un consejo. Sacamos las frases «¡tu no sabes por lo que estoy pasando!», «¡tú no me comprendes!», «nunca te ha pasado esto, así que no tienes derecho a opinar», «cuando sientas lo que yo, me dices lo que quieras».

Así es como generalmente (notese que digo generalmente y no siempre) nos comportamos. Quizá no usemos todas las frases que acabo de mencionar; tal vez no usemos ninguna de ellas tal cual y como la escribí, pero con otras palabras damos a entender algo muy parecido.

Lo que me lleva a pensar… entonces ¿estamos buscando a alguien que nos diga que lo que sentimos y pensamos acerca de ello es correcto? ¿queremos que nos digan que es normal sentirse y pensar lo que pensamos? ¿que nos hagan sentir que no estamos tan equivocados como creemos? ¿que, en otras palabras, nos digan que es normal y común que esos pensamientos pasen por nuestra mente ya que la mayoría piensa así? Pues sí… buscamos comprensión.

Pero ¿qué pasa cuando la persona que nos esta brindando su apoyo, comprensión y consejos no nos está dando la mejor de las opciones? Generalmente actuamos con buenas intenciones y damos los consejos que creemos más apropiados. Pero eso es subjetivo. Sé que es extremadamente difícil saber cuando un consejo es bueno o no. Casi siempre nos dejamos llevar por lo que comunmente se aconseja, tomandolo como válido, mejor opción o única opción. Muy pocas veces podemos ver más allá de lo obvio y nos atrevemos a buscar otras alternativas. No siempre buscamos al mejor aconsejador, sino al que nos comprende. Dicho de esta manera ¿en quién sería mejor confíar? ¿en quien nos comprende o en quien puede ver una situación desde muchos puntos de vista, logrando así un mejor panorama del problema, sus causas, efectos y posibles soluciones? Pero aclaro que por confiar en alguien no quiero decir que desconfiemos del otro por tener malas intenciones, simplemente quiero decir que algunas personas logran ver los problemas o dilemas desde más perspectivas distintas y pueden llegar a tener una idea más completa de lo que se puede hacer al respecto; siendo que ambos tienen buenas intenciones.

Sé que no es fácil escuchar lo que te dicen los demás si crees que no te comprenden, pero ¿has tratado de comprender lo que te quieren decir?

Como en todo lo demás, debe haber balance. Si quieres ser comprendido, debes comprender también a los demás. Es cierto que hay quien ni te comprende ni da buenos consejos. Hay de todo. Pero yo creo que es una buena práctica escuchar a los demás y pensar un poco sobre lo que nos dicen. Sea lo que sea. Y no tomes el «pensar un poco sobre…» como un «acéptalo», sino literalmente PIÉNSA en eso; después podrás descartar o tomar lo que dicen. Podrás sacar tu propio juicio de sus palabras y tomar lo que te parezca conveniente; no siempre todo lo que dicen es una buena idea, pero a veces hay pequeñas partes que puedes tomar y, tal vez, modificar un poquito. Yo soy de las personas que creen que puedes aprender de todo mundo, incluso de los que son clasificados como… «no muy listos». Pero también soy de las personas que no toman como verdadero todo lo que oyen (o leen), sino que lo analizan y extraen  solo lo que les parece razonable.

Muchas veces he oído en la tele, en programas de policias, frases que dicen los criminales «¡Tu no sabes lo que es el dolor y sufrimiento! ¡Tu no sabes nada!» (y hasta lo dicen coléricos). Ahí siempre viene a mi mente «¿y por qué no intentas explicarlo?». Podrían responder «¡ya lo he tratado de explicar muchas veces y nadie me entiende!», y puede ser cierto. Sin embargo, no se lo han explicado a quien tienen enfrente: el policía bueno que, por ser el principal, tiene mucha probabilidad de entenderlo. Pero su error es no seguir intentando. Claro que también hay que tomar en cuenta que no todos sabemos explicar bien nuestros pensamientos. Para eso hay que practicar. No es fácil, muy pocas cosas lo son, pero vale la pena saber expresarse.

Eeeeentonces… cuando tengas un dilema o una crisis, antes de que busques ser comprendido busca a alguien que entienda muy bien la situación o sepa entenderla (notese que usé la palabra entender y no comprenderte). Generalmente (repito, no siempre) esa persona tiene una opinión que no es arrastrada por los sentimientos negativos de la situación y sabría cómo llevarte hacia los pensamientos y sentimientos positivos que te sacarán de ahí.

No digo que no busques comprensión, digo que también busques una opinión que no esté cegada por los abrumadores sentimientos negativos de la situación que sea.

Recuerda, mantén tu mente abierta y atrevete a pensar diferente a como has pensado y como te han dicho que pienses, incluso inconscientemente (sí…lo han hecho aunque no te des cuenta). No creas todo lo que piensas, piensa sobre todo lo que crees.

La primera mitad de esa frase la leí hace poco y me causó gran impacto. Tan sencilla y con tanto significado detrás… la segunda parte yo se la acabo de añadir 🙂 .

La imagen de Einstein no la pongo para decir que piensen científicamente, él también filosofaba de vez en cuando y pensaba en cosas de la vida que no tenían que ver con ciencia.

Que tengan un buen día 🙂