Estadísticas, violaciones, y filosofía

Esta publicación es más filosófica que práctica.

Las violaciones son un tema a la orden del día, pero para esta publicación no es más que un tema que ejemplifica la limitación de una estadística para establecer un punto y guiar nuestra manera de actuar. Ciertamente, la estadística sí tiene sus aplicaciones prácticas y significativas. No las discutiré aquí porque mi punto es, precisamente, ver el otro lado.

Que si vas vestida provocativamente o no, que si vas sola o no, que si esto y que si lo otro. Que tanto porciento de las mujeres que visten de tal manera son violadas, que otro tanto porciento de quienes fueron violadas no iban vestidas así, etc. Y nadie se pone de acuerdo.

Imagina un cuarto con unos 40 hombres dentro. Tomas a uno y tu tarea es decidir si es un violador o no. Te sabes de memoria la probabilidad de que lo sea, de acuerdo a x estudios e investigaciones de tu país. Incluso leíste el apartado donde los describen físicamente. ¿Cuál es tu veredicto? Sabes que en ningun caso una característica física tiene una frecuencia del 100%. Entonces es posible que aunque la veas presente, el hombre no sea un violador. Piénsalo, sabes las probabilidades pero ahora que tienes la tarea de «adivinar» si el que tienes enfrente lo es o no. Solo con verlo, tu respuesta jamás será correcta porque lo hayas sabido realmente. Tu respuesta también sería acertada/equivocada bajo una probabilidad. A veces acertarás y a veces, no. ¿Eso qué quiere decir? Que cada vez que tienes a uno enfrente, la estadística no puede decirte si lo es o no. No funciona así. Funciona con grupos de personas, pero le es incapaz de ayudarte a decir si un hombre en específico es un violador o no.

Algunos argumentan que la única variable que siempre debe estar presente para que haya una violación es que el hombre en realidad sí sea un violador. Y eso sí cumple el 100% de frecuencia. Siempre que hay una violación por parte de un hombre, dicho hombre es un violador. Si no lo era, ahora lo es. Sin embargo, también es posible que un hombre que ya es un violador, no lo haga en cada una de las ocasiones en que está con una mujer.

Entonces, las estadísticas en cuanto a violaciones te dan una idea de cómo está el mundo, pero no te ayudan a preveer absolutamente nada con certeza en tu vida personal. Una probabilidad no funciona así. No te dice la respuesta correcta de lo que sucederá a continuación en tu vida. A veces la respuesta coincidirá pero otras veces, no.

Ciertamente, esto significa que te ayudan a tomar precauciones de lo que podría pasar. Sin embargo, hay una conclusión innegable: jamás sabes lo que va a pasar a continuación. No importa qué tan probable sea, jamás lo sabrás con certeza antes de que suceda.

¿Qué harás con esta conclusión fuera de este tema? Nada quizá. ¿La descartas? Tal vez. ¿Te arrepientes de haber «perdido tiempo leyendo esto»?, o ¿te das cuenta de que no sabes lo que pasará, sigues tomando tus precauciones pero tomas humildad en tu pensamiento reconociendo la verdad y hasta lo utilizas a tu favor cuando crees que las cosas no funcionarán o no lo harás bien, pero como ya sabes que no sabes qué sucederá, lo intentas de todas maneras?

El costo de las luchas sociales actuales

Las redes sociales en Internet son un lugar donde no puedes pasar 30 segundos sin ver una publicación en la que alguien trata de hacer quedar mal a otro. Racista, homofóbico, estúpido, ignorante, agresivo, ridículo, y otros peyorativos. Presuntamente luchan por una sociedad mejor, más inteligente, más inclusiva, más sana. Sin embargo, los ves leyendo para contradecir, escuchando para «corregir», y escribiendo para atacar. Todos hemos estado en esos zapatos. TODOS. Y lo seguiremos estando. Entonces, ¿qué nos queda?

Me impresiona la capacidad del ser humano para destruir, separar, y abusar. Sé que siempre ha sido así y siempre lo será. Las actuales luchas en contra del racismo, la homofobia, el machismo, y la violencia, nos están costando algo que, en realidad, siempre nos ha hecho falta: humildad, conocimiento, empatía y compasión. No por la lucha en sí, ni por los principios que se buscan, sino por la forma de actuar del ser humano. Por su forma de ser. Lucha por el mundo externo en el que vive, y ni siquiera conoce su mundo interior. No sabe por qué piensa lo que piensa, por qué cree lo que cree, por qué siente lo que siente, ni por qué hace lo que hace. No le preocua saberlo. Y, lo peor de todo, cree saber todo eso.

Hace un rato vi una publicación que hablaba sobre un perro que salvó a su familia de un incendio, pero luego ésta lo abandonó por viejo. Por supuesto, después llegó una persona que lo rescató para darle el amor que no recibió de su antigüa familia. Ahí es donde se nos hace difícil entender que la sociedad nos presenta una historia de blanco y negro: si abandonas a tu perro eres una persona horrible y debes ser menospreciada, sobre todo si el perro te salvó la vida. Por otro lado, si lo rescataste para darle amor, eres un ejemplo de ser humano al que todos deberían aspirar, así como nosotros que leemos y compartimos esto. Ah, por si las dudas, en caso de que te dé igual esta situación y no hagas nada, también lucharemos contra ti porque si no eres parte de nuestra solución, eres parte del problema. ¿Qué veo aquí? Una lucha por una noble causa, una lucha contra la ingratitud, contra la indiferencia, contra el abandono. Eso me parece maravilloso. Sin embargo, también veo una agresión hacia quienes no hacen lo que se considera «bueno», veo una falta de empatía (sí, señores, falta de empatía hacia los que abandonaron al perro) que inclusive defienden a capa y espada. ¡¿Por qué debería empatizar con los que abandonaron al perrito?! ¡JAMÁS! Entiendo que no den ganas de hacerlo, pero hay un enorme problema: si no practicamos la empatía en los casos difíciles, los demás casos se nos harán igual de difíciles. Seremos selectivos en lo que nos provoca empatía, solo la sentiremos con lo que se adecua a nuestras creencias y valores. Entonces, la verdad, ya no es empatía. Solo es un reflejo que reafirma tu ego. Repito. Si no eres capaz de sentir empatía por alguien que hace lo contrario a tus creencias, no sientes empatía. Es solo tu ego regodeandose al ver su manera de ser en alguien más.

Ahora, para no extender más la parte diatríbica de esta publicación les compartiré lo que pienso que es conveniente para nuestro propio beneficio.

Humildad. Conocimiento. Empatía. Compasión.

Humildad para saber reconocer y actuar conforme al hecho de que no tenemos la verdad absoluta, ni la sociedad la tiene. Debemos aceptar lo mucho que no sabemos, y que parte de lo que creemos está mal o es solo una de las varias posibles verdades que tienen la misma validez para un solo hecho.

Conocimiento. Hoy en día tenemos acceso a mucha información sobre el comportamiento humano y sus sentimientos y emociones. Aprender sobre ello es vital, pero debes ir por ese camino con humildad.

Empatía. Cuando reconoces al otro como una persona separada de ti con sus propias emociones, y creencias, y lo respetas. Cuando tienes la capacidad de sentir lo que el otro siente sabiendo que no son tus emociones, pero que puedes hacer uso de ese canal de comunicación entre personas que permite una conexión profunda para su mutuo comprendimiento.

Compasión. Ahora que sabes que no sabes, buscas saber, y comprendes que el otro no sabe o no puede por el momento al igual que tú en algún punto… quieres ayudarle. Eso es la compasión. Comprendes lo que el otro está viviendo y sientes el deseo de ayudarlo. No metas el honor ni el orgullo en esto. Estarías fallando en el primer peldaño. Tendrías que regresar al inicio.

En la empatía comprendes a la persona, y en la compasión agregas el deseo de ayudarla. Aún así, debes comprender que existen situaciones en las que es conveniente apartarse aunque sientas empatía por la persona. Hay cosas que uno debe hacer solo. Hay otras en las que no es necesario, o a veces ni siquiera es posible.

Así que, no estoy en contra de las luchas actuales. Estoy a favor de la evolución de dichas luchas para que busquen los cimientos de eso que tanto anhelan hoy en día. Busco la lucha por la humildad, el conocimiento, la empatía, y la compasión.

A veces, no confiar en ti mismo es lo mejor que puedes hacer

Les contaré algunas cosas muy personales sobre mí. Una faceta de mí que casi nadie conoce a profundidad. He escrito sobre ello varias veces, pero no tan directamente como ahora lo haré.

¿Alguna vez has estado deprimido? Yo sí. Y no hablo de momentos tristes, momentos difíciles. Hablo de una profunda y desgarrante depresión que te asecha día y noche. Esa que te hace sentir solo aunque estés rodeado de gente que te ama. No conforme con ello, la depresión te hace sentir aún peor por ser un maldito desagradecido y un necio, un imbécil. No puedes evitar nada de eso. Crees que eres un estorbo para los demás porque, a pesar de todos sus esfuerzos, tú sigues sintiéndote un desperdicio de humano, desperdicio de amor, desperdicio de tiempo, de esfuerzo… En fin, sería mejor que no estuvieras aquí. O en ninguna parte. Te preguntas a ti mismo si tendría razón aquella persona que te dice «mejor date un tiro». Te duele en el alma si quiera considerarlo, pero lo consideraste. Y eso quizá no habrá partido tu cabeza como lo hubiera hecho la bala, pero sí partió tu corazón. No importa cuánto te esfuerces, nunca serás lo suficientemente fuerte para salir de ese chiquero en el que vives. Cada vez que logras hacer un avance, que hasta la gente de tu al rededor reconoce, solo necesitas un parpadeo para que todo se vaya al carajo nuevamente. Y ahí, solo, en el suelo, cuando todos voltearon para seguir con sus vidas, yaces llorando una vez más. Te preguntas, ¿para qué rayos me esfuerzo si de nada sirve? Intentas, de todas maneras, levantarte para buscar ayuda pero, ¿qué encuentras? que la gente te dice «anímate», «tienes tanto por lo que ser feliz y estar agradecido», y eso… es una patada en los bajos. ¿Por qué? Porque teniendo tanto por lo que ser feliz, tú estás ahí sintiéndote miserable. No mereces lo que tienes porque no lo valoras. No eres de provecho para la sociedad, ni para tu familia. Entonces, te das cuenta de otra cosa: estás realmente solo porque nadie sabe qué decirte, cómo ayudarte, nadie comprende cómo te sientes. No eres capaz de disfrutar las cosas que alguna vez amaste. No tienes ganas de intentarlo si quiera.

Es ahí donde necesitas no creer en ti mismo. Me dije tantas veces que no era lo suficiente bueno para un sin fin de cosas… tantas veces me lo dije… que el papel donde escribí esto originalmente ahora tiene lágrimas que quedarán ahí para siempre. Recordatorios de todo lo que perdí, todas las oportunidades que dejé pasar, los momentos y personas que no disfruté como pude haberlo hecho. Ahí es donde el no creer en mí me salvó la vida.

No siempre lo tuve presente. No siempre era consciente de ello. Durante todo ese tiempo yo tuve mi «cuerda de seguridad«. Ahora la veo. Esa cuerda de seguridad era creer en mi.

¡ESPERA! ¿NO DIJISTE QUE NO HABÍA QUE CREER EN UNO MISMO?

Aplico una de mis frases favoritas: «sí pero no.»

¿Qué era eso en lo que confié? Confié en que de alguna manera, yo sería capaz de domar a la depresión. No sabía cómo, ni con qué, ni cuándo, ni qué tan difícil sería. Y lo peor: no siempre me lo creía. Leí, investigué, intenté tantos consejos de superación personal, que tampoco pude evitar pensar que de nada servían. En el mejor de los casos, encontraba un alivio efímero. Solo eso.

Creer que podría salir de eso, mientras también creía que era mejor alejarme de todos por ser un estorbo, por no ser suficiente, por ser un desperdicio, era como sujetarse de una cuerda bajo una cascada.

Entonces, ¿cuándo no creer en ti mismo? Cuando me decía a mi mismo que no sería posible, no debí creer en mi mismo. Todas esas veces que me dije que era mejor no continuar, que era una basura, que no valía yo la pena, era cuando no debía creer en mí. Aunque en realidad, ese sentimiento de ser capaz de lograrlo casi siempre estuvo dormido. Habría los ojos, mas no se levantaba realmente, cuando el oso hibernaba. Una vez al año.

Ahora, este ejemplo es fácil de entender, sobre todo para quienes no han sufrido una depresión severa. Claro, es lo que todo mundo dice «cree en ti mismo y lograrás lo que tú quieras». Así de sencillo.

… como si supieran lo que se siente.

Pero bueno… ahora que me crees la parte de «a veces no debes creer en ti mismo», déjame exponer algunas otras situaciones en las que no es tan clara su aplicación.

«No tengo tiempo para limpiar la casa, tengo demasiado trabajo.» Y probablemente lo jures, y hasta desgloses tu horario y todas actividades para, según tú, demostrar que no tienes tiempo para limpiar. Esto es algo también muy personal porque es algo que yo mismo digo (pero estoy en proceso de cambiarlo). Comprendo lo difícil que es el adquirir nuevos hábitos si sientes que tu agenda ya está llena, pero, ¿qué es lo que he descubierto que me anima a compartirles esto? Que aplicando el «no debo confiar en mí», he logrado mantener la casa más limpia que antes. Tengo épocas de flaqueza todavía, pero la otra parte, en la que sí confío, me dice que lograré mantener esos hábitos de limpieza que me gustaría tener. He descubierto que no debo creer que no tengo tiempo porque he logrado limpiar la sala en menos de 10 minutos. Lavar el patio donde está el perro en 15 o menos. He descubierto que alcanzo a lavar casi todos los platos en lo que se calienta el agua para mi té. He descubierto que para limpiar un cuarto no necesito todo el día, ni toda la tarde. Y es que me he dicho a mí mismo muchas veces que para limpiar un cuarto bien, necesitaría estar de vacaciones, tener toooodo el día completo para poder hacerlo. Y, ¡no es cierto! Incluso con una hora o menos puedo limpiarlo decentemente. Quizá no a profunidad, pero es muchísimo más de lo que haría si creo que a fuerzas necesito todo un día. Hace poco leí «es mejor hacer las cosas a medias, que no hacer nada» y todo porque creemos que debemos hacerlo de manera perfecta, a fondo, porque creemos en que «si vas a hacer algo, hazlo bien«. A veces no alcanza el tiempo, no nos alcanzan las ganas, y es entonces cuando «es mejor hacer las cosas a medias, que no hacer nada en absoluto«. Ni modo.

Otro ejemplo:

¿Eres experto en matemáticas, idiomas, computación, deportes, música, leyes, física, electrónica, psicología, finanzas…?

¿Qué me responderías si te digo que no debes confiar en lo que sabes? Algunos dirán que si no confías en lo que sabes, ¿cómo esperas que los demás confíen en tí?, ¿cómo esperas hacer un buen trabajo? Bueno, pues es precisamente para hacer un mejor trabajo, que te recomiendo no confiar en ti, no confiar en lo que sabes. ¿Por qué? Porque si crees que ya sabes algo, tu cerebro entrará en modo «ya lo sé, no hay razón para seguir buscando». No puedes evitar que entre en ese modo. A menos que verdaderamente dudes de ti mismo y de lo que sabes. Solo así tu cerebro ira en busca de más. Solo así serás capaz de encontrar nueva información que quizá contradiga lo que creíste que era cierto (¿acabas de pensar en algun dato que crees firmemente que no puede ser dudado? ¡DÚDALO!), pero que serás capaz de aceptar porque estarás en búsqueda de la verdad, o de nuevos métodos, de nuevos datos. Si no dudas de ti mismo, nunca irás más allá, nunca descubrirás «mundos nuevos». No crecerás emocionalmente ni en tu campo de experticia. Bueno, sí puedes crecer en esto último, pero a un nivel mucho menor.

Si acabas de pensar «yo sé que no lo sé todo», ah, pues ¿qué crees? ¡DUDA DE TI MISMO! No te creas tu propio cuento de que eres consciente de que no lo sabes todo. ¿Por qué? Porque de cierta manera, tu cerebro sigue estando en ese estado de «ya sé que no sé todo» y se vuelve perezoso. Dejará de prestar atención y pasará por alto muchas situaciones en las que actuaste como si supieras algo. Habrá olvidado cuidarse, siendo que es un esfuerzo constante el pensar «no debo confiar en lo que sé» para mantener viva la curiosidad que te llevará a aprender aún más y crecer.

«Yo siempre estoy tratando de ser consciente, de conocerme a mí mismo, de crecer, de aprender»,  uff… esta pedrada también va para mí. NO DEBEMOS CONFIAR TANTO EN NOSOTROS MISMOS. Si confiamos en eso, caeremos en el estado perezoso y dejaremos de prestar la atención suficiente para darnos cuenta de todo lo que hacemos.

Otro ejemplo:

Se terminó mi relación y mis esfuerzos no fueron suficientes para evitarlo. No… más bien, yo no fui suficiente para esa persona. Todo mundo me dice que soy «un buen partido», que «la chica que esté conmigo será afortunada», y aún así… me han dejado. ¿Seré capaz de encontrar a alguien con quien compartir el resto de mi vida? No lo sé. Empiezo a creer que no. Por más que yo creyera en la relación, estaba equivocado. Quizá yo no sea apto para una relación de ese tipo. Quizá mi destino es estar solo. Con amigos, familia, y mis mascotas, claro. Con esposa e hijos, creo que no. Cada vez que repaso en mi mente cómo todo lo que he vivido y todo lo que creí se destruyó sin que yo fuera capaz de hacer algo para evitarlo, me reafirmo que mi futuro es solitario. No importa todo lo que sé sobre psicología, sobre el comportamiento humano, sobre relaciones, sobre mí mismo, sobre el amor… nada importa. Nada ha evitado que mis relaciones terminen. Así que, solo me queda estar bien conmigo mismo y nada más.

Rayos…

Pero volviendo al punto de esta publicación: no debo creer en mi mismo. Tampoco debo decirme «no te preocupes, encontrarás el amor, y será hermoso, y vivirán felices todo el tiempo que deban durar», o «en la vida hay tres amores, ya viviste dos, te falta el tercero, que será el bueno». ¿Por qué no vas a creer todo eso? Porque quiero mantener mi actitud de duda. No voy a decir que no encontraré a nadie más, pero si quiero ser congruente y consistente, tampoco puedo decir que sí la encontraré. Aquí es donde es difícil aplicar el «no debo confiar en mi mismo», porque si nos decimos que encontraremos a alguien y nos lo creemos, podemos caer en la desesperación de querer hacerlo: bastante inconveniente por razones que ustedes ya saben. Además, estaremos descuidando la actitud de desconfiar de nosotros (cuidadosamente, claro). Y, por último, desconfío de lo que pienso porque también sé que una relación es de dos, no depende solo de mí.

 

En conclusión, no se trata de dudar de todo indiscriminadamente. No se trata de dudar de todo para sentirnos intelectuales. No se trata de dudar de todo porque nada es cierto, todo es una simulación, nada tiene sentido, y entonces… ¿si quiera existimos?… espera, ¿qué?

Se trata de dudar de nosotros mismos para mantener viva la curiosidad, mantener la mente abierta, los ojos abiertos. Se trata de ser capaces de aprender más de lo que creemos posible. Se trata de crecer.

Hay veces en las que debes creer en ti mismo. Hay veces en las que no. La sociedad ya te ha enseñado en que debes creer en ti, ahora te falta aprender a desconfiar de ti mismo. Después podrás combinar ambas prácticas. Ese es el siguiente nivel. Practícalo todos los días.

 

 

Un último ejemplo de cuando no debes creer en ti: «5 minutos más«. Punto.

 

 

La reacción de mi familia ante los descuidos

Eran los 90’s. A la hora de la comida me estiro para tomar un poco más de pollo y mi brazo torpemente tira mi vaso lleno de refresco. Inmediatamente suceden varias cosas: yo levanto el vaso; mi papá agarra servilletas y las pone sobre el refresco, que está esparciéndose, mientras apura a mi mamá para que traiga un trapo; mi hermana quita las cosas que pudieran mojarse; mi hermano levanta el mantel, que es de plástico, para que no se esparza más el refresco. Mi mamá llega con el trapo y empieza a secarlo mientras ayudo a mi hermano con el mantel. Tomo el trapo y seco más allá de donde alcanzaba mi mamá. Poco a poco ponemos las cosas en su lugar nuevamente. Mi hermana toma una servilleta más y seca algunas gotas que no vimos. Me apena lo que ocasioné. Y sin embargo… mi papá me sirve más refresco y todos volvemos a comer. Mi hermano me acerca el pollo que yo intenté alcanzar.

Cuando alguien comete un error o un descuido la primera reacción de mi familia es ayudarle. Cada quien desde su posición con lo que puede. Quien cometió el error está incluido en ese equipo.

¿Qué aprendí yo al vivir de esta manera?

No aprendí que si cometes un error eres un estúpido, aprendí que debes corregir tu error cuanto antes. Hacerte cargo de él. Y que siempre habrá alguien para ayudarte, así como tú estarías para ellos cuando lo necesiten. Hubo pérdidas pero, ¿para qué centrarse en ello si es irreversible?

No podemos evitar equivocarnos o provocar algo por un descuido. No importa cuánto te prevengas y pongas atención, siempre habrá algun momento en el que suceda algo así. Solo ve y hazte cargo de ello. Nada más.

Cómo no juzgar

La verdad esta publicación es muy difícil de digerir. Me siento arrogante escribiéndolo pero sé que aún así es verdad. Ten en cuenta que este texto es solo una introducción al tema y no cubre todos los ejemplos y aplicaciones suficientes para terminar de entenderlo. 

 

Es común escuchar a alguien decir que no debemos juzgar a las personas. Sin embargo, seguimos haciéndolo. En diversas y sutiles formas, lo hacemos. Todos todo el tiempo.

Pero primero, ¿qué es juzgar? La RAE dice, entre otras definiciones, que es «formar opinión sobre algo o alguien», o «creer u opinar algo». Para fines prácticos, vamos a tomarlo de la siguiente manera: juzgar es creer que algo está bien o mal. Aclaro que no estoy dando mi definición, sino que estoy indicando el caso específico en el que estoy utilizando la palabra «juzgar». Principalmente, porque es en ese caso cuando el juzgar nos impide empatizar y vivir armónicamente.

Pero antes de continuar déjame decirte por qué considero que es sumamente importante dejar de juzgar:

En mi camino de desarrollo personal, el no juzgar es algo que me ha ayudado enormemente a recuperarme de momentos dificiles, a controlar mi enojo (a veces hasta desaparecerlo), a comprender a las personas, a ayudarlas, a sentir paz. Por ejemplo: si alguien se me cierra inesperadamente con su auto frente a mí, o si me pitan maldiciéndome, yo podría pensar que ellos no debieron hacerlo. Podría pensar que no saben manejar, que no tienen consideración o valores, pero sea cierto o no lo que yo diga sobre ellos, me es más benéfico pensar que ese comportamiento es el que han aprendido a través de su experiencia y sus capacidades. No todos están tratando de mejorar como personas activamente. En caso de que sí lo hagan, es poco probable que estén teniendo un progreso considerable dado su comportamiento. Sin embargo, yo no puedo cambiar eso; yo no controlo eso. Y encima de todo eso… no tienen porque hacerlo. No está bien ni está mal. Solo es.

Y he ahí el punto clave para no juzgar: nada es bueno ni malo, solo es.

Aquí ocupamos a la filosofía para analizar esto del bien y el mal, es decir, la moral. Y, ¿qué es la moral si no un conjunto de creencias establecidas por humanos? Sin importar el momento histórico ni el contexto cultural en el que se encuentran, todas las normas morales son inventadas por los humanos. Hay algunas que son comúnes entre sociedades. Algunas hasta parecen universales como la acción de matar: calificada como algo deplorable. Sin embargo, no en todas las sociedades del mundo es así. Entonces, al ser algo inventado por los humanos, no pertenece a la verdad absoluta del universo.

Ahora, no estoy hablando de que algo no tenga consecuencias trágicas, dolorosas, horribles, inconvenientes, etc. No estoy hablando de ninguna otra característica de las consecuencias que no sea la etiqueta de «bueno» y «malo». Si asesinan a un ser querido, por supuesto que nos sentiremos devastados, furiosos, impotentes… esas son emociones reales que sientes. El detalle es que la idea de que estuvo mal que lo hicieran es solamente eso: una idea. La cual fue creada por humanos. ¿La leona se preocupa porque estuvo mal el haber asesinado a la gacela para comérsela y darle de comer a sus cachorros? Por supuesto que no. Solo lo hace.

Entonces, al ser la moral una idea inventada por los hombres, no es parte de la verdad universal, por lo tanto podríamos decir que no existe más allá de ser solo una idea extendida en la sociedad.

«¿Estás diciendo que un pensamiento no es real?«, por supuesto que no. Existe como pensamiento pero debemos saber sus limitaciones: es solo eso… un pensamiento. No discutiré lo que es un pensamiento aquí. «Los pensamientos se pueden convertir en acciones», por supuesto que sí. Pero te repito que, por ejemplo, no te diré que vayas a matar a alguien. Te seguiré pidiendo que no lo hagas, pero no porque esté mal sino porque traerás mucho dolor y sufrimiento a varias personas. No es lo mismo, por favor, sigue leyendo.

 

El problema de aceptar que no existe el bien y el mal viene cuando lo quieren poner en práctica. A continuación te daré una lista de ejemplos en los que notarás la resistencia que tienes a dejar de pensar en la existencia del bien y el mal.

Por favor, lee la lista con toda la madurez y serenidad posibles. Si se te dificulta mucho, puedes saltartela y continuar con los párrafos que están debajo. Luego podrás volver a ver la lista si deseas. 

 

No está bien donar dinero a la caridad… pero tampoco está mal.

No está bien ahorrar agua… pero tampoco está mal.

No está bien creer en Dios… pero tampoco está mal.

No está bien ser trabajador… pero tampoco está mal.

No está bien ser vegetariano… pero tampoco está mal.

No está bien ser fiel… pero tampoco está mal.

No está bien ponerles comida y agua a los animales callejeros… pero tampoco está mal.

No está bien limpiar los oceanos… pero tampoco está mal.

No está bien estudiar… pero tampoco está mal.

No está bien cuidar de los padres cuando son ancianos… pero tampoco está mal.

No está bien luchar por la paz… pero tampoco está mal.

No está bien ser amable… pero tampoco está mal.

No está bien respetar a los mayores… pero tampoco está mal.

No está bien ser responsable… pero tampoco está mal.

No está bien tener hijos… pero tampoco está mal.

No está bien ser honesto… pero tampoco está mal.

No está mal matar… pero tampoco está bien.

No está mal golpear a alguien… pero tampoco está bien.

No está mal incendiar una casa… pero tampoco está bien.

No está mal adorar a Satanás… pero tampoco está bien.

No está mal criticar a alguien a sus espaldas… pero tampoco está bien.

No está mal abortar un bebé… pero tampoco está bien.

No está mal robar… pero tampoco está bien.

No está mal ser corrupto en un puesto público… pero tampoco está bien.

No está mal vandalizar muros… pero tampoco está bien.

No está mal ser infiel… pero tampoco está bien.

No está mal embriagarse a cada rato… pero tampoco está bien.

No está mal ser agresivo… pero tampoco está bien.

No está mal atropellar a alguien… pero tampoco está bien.

No está mal maltratar animales… pero tampoco está bien.

No está mal abusar sexualmente de alguien… pero tampoco está bien.

No está mal ser drogadicto… pero tampoco está bien.

 

Recuerda, por favor, que no estoy diciendo que nada de eso no pueda ser doloroso, alegre, divertido, devastador, inconveniente, ni ningun otro adjetivo. Solo me refiero a «bueno» y «malo». El «debería» y «no debería» tampoco existe, de igual manera. Sin embargo, tú puedes decidir hacer o no hacer algo por las consecuencias que trae. Tú puedes seguir repudiando la violencia, puedes seguir promoviendo el buen trato a los animales, puedes hacer lo que quieras, pero créeme que el comprender que nada es realmente bueno ni malo te ayudará en tu crecimiento personal. Yo sigo siendo una persona pacífica a la que no le gusta meterse en problemas ni en peleas. No me gusta que maltraten a las personas ni a los animales. No me gusta que haya tantas guerras, ni gente sufriendo. El aceptar que nada es bueno ni malo no me impide tratar de cambiar las cosas, pero al hacerlo con esto en mente puedo ir buscando soluciones a los problemas de tal manera que evito conflictos con otras personas porque no ataco su manera de pensar ni de proceder ante esa situación. En pocas palabras: no te impide actuar, solo te trae paz mental mientras lo haces. Lo que puede permitirte pensar más claramente y encontrar perspectivas que nunca hubieras visto si siguieras con la mentalidad del bien y el mal. Aplicado en la situación en que alguien te fue infiel, sabiendo que no está mal ni bien, podrás entender mejor a la persona en lugar de buscar venganza o de hacerlo sentir mal, o exponerlo ante todos, o guardar rencor. Todo eso te dará una carga emocional extra que pudiste haber evitado. Al no juzgarlo, puedes seguir tu camino con tranquilidad, ya sea que lo perdones y busquen solucionar las cosas, o decidas separarte. Decidas lo que decidas, será más fácil llevarlo a cabo. Sabes qué dolorosas consecuencias trae la infidelidad y puedes promover la fidelidad, pero no llegarás a un punto fanático en el que maldices a quienes están en desacuerdo contigo o incluso a quienes tratan de explicarte un punto de vista más objetivo y completo de la situación. Eso te trae paz.

Puedo decirte que en mi experiencia me ha servido para mi salud mental y emocional. Aumenta mi resiliencia, mi motivación, mi paz,  mi empatía, mi comprensión, mi compasión, mi capacidad de demostrar el amor que le tengo a alguien, abre mi mente y me permite conocer y comprender más.

 

Un dato extra: yo suelo pensar en que las cosas son «no convenientes» en lugar de calificarlas como malas. Así, estoy pensando en que las consecuencias de esos actos no son algo de mi agrado pero lo digo sin la frustración que me causa el pensar que existe un «deberían ser así las cosas» y que no lo sean. De ahí viene la paz que tanto menciono.